"Nuestro oficio sagrado / existe hace miles de años / y sólo con su luz le basta al mundo. / Pero ningún poeta ha dicho aún / que no existe la sabiduría, ni la vejez, / y puede ser que no exista la muerte."
Cuando la poetisa rusa Anna Akhmatova escribía estos versos en 1944, San Petersburgo acababa de ser liberada del cerco alemán al que había estado sometida durante casi tres años. Esa ciudad aplastada, muerta, tan cadavérica como los supervivientes que todavía habitaban entre sus ruinas, no recordaba a aquella San Petersburgo de hacía 30 años, la ciudad en la que la Akhmatova leía sus poemas en el "Brodiachaia Sobaka" (El perro callejero), un café y cabaret literario propiedad del actor Boris Pronin situado en los bajos de la plaza Mikhailovskaya en la esquina con la Italyanskaya y al que se accedía por una estrecha escalera de piedra.
Desde 1912, fecha en que se había abierto el local y hasta poco antes de iniciarse la Revolución Rusa de 1917, el "Brodiachaia Sobaka" sería el refugio de poetas, artistas y músicos residentes en San Petersburgo. Un lugar donde reunirse, beber, leer, escuchar y hasta celebrar representaciones teatrales o de danza. Allí, envueltos entre el humo y repartidos por las estancias de aquel sótano se podía ver habitualmente a los poetas Osip Mandelstam, Gumilev Nikolay y su mujer Anna Akhmatova, al dramaturgo Vladimir Mayakovsky, al traductor y también poeta Lozinsky Mikhail, a la bailarina Tamara Karsavina, al pianista y compositor Serguéi Prokófiev y también a los pintores Nikolay Kulbin, Lev Baks y Nathan Altman, nombres estos, por citar unos pocos, pertenecientes a la creme artística e intelectual de la avant-garde rusa.
Será en este lugar donde, en 1914, el pintor Nathan Altman trabaría conocimiento con la poetisa Anna Akhmatova y donde le propondría que posara para él en su estudio, una casa junto al río Nevá y cercana al embarcadero del puente Tuchkov, a lo que Akhmatova accedería. No sería esta la primera vez que la Akhmatova fuera retratada por un pintor y mucho menos la última. Como ya comentábamos en la entrada anterior, Modigliani le había realizado en 1911 una serie de dibujos de los que ella guardaría solo uno como recuerdo de aquellos encuentros furtivos con su amante italiano. Después de Altman y hasta el final de sus días, Akhmatova sería retratada en casi doscientas obras de distintos pintores.
Cuando Altman pinta a Anna ambos tienen la misma edad, 25 años. Altman por esas fechas es un pintor nacido en Vinnitsa (Ucrania), formado en la Escuela de Arte de Odesa y recién llegado a San Petersburgo después de un periodo de estudio de dos años en París en donde se había relacionado con el pintor Marc Chagall y empapado con el movimiento cubista que él adoptaría rápidamente.
En estilo cubista pintará a Akhmatova vestida esta elegantemente, realzando su perfil y su delgada figura y colocándola delante de una especie de decorado formado por un paisaje de brillantes cristales que parecen simbolizar el mundo abstracto de los sueños.
Seguramente, como todos los que se acercaban a la Akhmatova, Altman se enamoraría de ella aunque fuera secretamente. Anna desprendía una especie de magnetismo que atraía a los hombres. Su extraña belleza unida a su amplia moral la convertían en fruta del deseo. Casada en 1910 con el también poeta Nikolai Gumilev, le engañaría con Modigliani en sus escapadas secretas a París. Divorciada en 1918 de Gumilev se casaría ese mismo año con Vladimir Shileiko, un poeta e insigne traductor el cual moriría de tuberculosis en 1922 casándose nuevamente con Nikolái Punin, un historiador de arte con el que mantenía una relación desde que eran jóvenes estudiantes y del que se separaría en 1938. Se cuenta que el que fuera Premio Nobel de Literatura en 1958, Boris Pasternak, estuvo también enamorado de ella pero Anna rechazó sus proposiciónes de matrimonio. También tuvo un corto romance con el compositor Shostakovich y una supuesta aventura amorosa con el filósofo y diplomático británico Isaiah Berlin cuando ella tenia ya 55 años y él tan solo 35. Su vida personal fue intensa pero también muy dura. Vió la muerte a su alrededor muchas veces y eso le dejó un poso que puede percibirse en toda su obra poética. Considerada la mejor poetisa rusa de todos los tiempos fue nominada en 1962 al Premio Nobel. Murió en 1966 y fue enterrada en el cementerio de Komarovo, un bello lugar cercano a la ciudad de San Petersburgo englobado dentro del llamado Centro Histórico de San Petersburgo y hoy calificado como Patrimonio de la Humanidad.
Nathan Altman moría cuatro años después, a la edad de 81 años, y sería enterrado también en Komarovo, cerca de la tumba de la mujer a la que retrató en 1914 y a la que, seguramente, amó en silencio alguna vez.
Este cuadro se puede contemplar en el Museo Ruso de San Petersburgo.
Desde 1912, fecha en que se había abierto el local y hasta poco antes de iniciarse la Revolución Rusa de 1917, el "Brodiachaia Sobaka" sería el refugio de poetas, artistas y músicos residentes en San Petersburgo. Un lugar donde reunirse, beber, leer, escuchar y hasta celebrar representaciones teatrales o de danza. Allí, envueltos entre el humo y repartidos por las estancias de aquel sótano se podía ver habitualmente a los poetas Osip Mandelstam, Gumilev Nikolay y su mujer Anna Akhmatova, al dramaturgo Vladimir Mayakovsky, al traductor y también poeta Lozinsky Mikhail, a la bailarina Tamara Karsavina, al pianista y compositor Serguéi Prokófiev y también a los pintores Nikolay Kulbin, Lev Baks y Nathan Altman, nombres estos, por citar unos pocos, pertenecientes a la creme artística e intelectual de la avant-garde rusa.
Será en este lugar donde, en 1914, el pintor Nathan Altman trabaría conocimiento con la poetisa Anna Akhmatova y donde le propondría que posara para él en su estudio, una casa junto al río Nevá y cercana al embarcadero del puente Tuchkov, a lo que Akhmatova accedería. No sería esta la primera vez que la Akhmatova fuera retratada por un pintor y mucho menos la última. Como ya comentábamos en la entrada anterior, Modigliani le había realizado en 1911 una serie de dibujos de los que ella guardaría solo uno como recuerdo de aquellos encuentros furtivos con su amante italiano. Después de Altman y hasta el final de sus días, Akhmatova sería retratada en casi doscientas obras de distintos pintores.
Cuando Altman pinta a Anna ambos tienen la misma edad, 25 años. Altman por esas fechas es un pintor nacido en Vinnitsa (Ucrania), formado en la Escuela de Arte de Odesa y recién llegado a San Petersburgo después de un periodo de estudio de dos años en París en donde se había relacionado con el pintor Marc Chagall y empapado con el movimiento cubista que él adoptaría rápidamente.
En estilo cubista pintará a Akhmatova vestida esta elegantemente, realzando su perfil y su delgada figura y colocándola delante de una especie de decorado formado por un paisaje de brillantes cristales que parecen simbolizar el mundo abstracto de los sueños.
Seguramente, como todos los que se acercaban a la Akhmatova, Altman se enamoraría de ella aunque fuera secretamente. Anna desprendía una especie de magnetismo que atraía a los hombres. Su extraña belleza unida a su amplia moral la convertían en fruta del deseo. Casada en 1910 con el también poeta Nikolai Gumilev, le engañaría con Modigliani en sus escapadas secretas a París. Divorciada en 1918 de Gumilev se casaría ese mismo año con Vladimir Shileiko, un poeta e insigne traductor el cual moriría de tuberculosis en 1922 casándose nuevamente con Nikolái Punin, un historiador de arte con el que mantenía una relación desde que eran jóvenes estudiantes y del que se separaría en 1938. Se cuenta que el que fuera Premio Nobel de Literatura en 1958, Boris Pasternak, estuvo también enamorado de ella pero Anna rechazó sus proposiciónes de matrimonio. También tuvo un corto romance con el compositor Shostakovich y una supuesta aventura amorosa con el filósofo y diplomático británico Isaiah Berlin cuando ella tenia ya 55 años y él tan solo 35. Su vida personal fue intensa pero también muy dura. Vió la muerte a su alrededor muchas veces y eso le dejó un poso que puede percibirse en toda su obra poética. Considerada la mejor poetisa rusa de todos los tiempos fue nominada en 1962 al Premio Nobel. Murió en 1966 y fue enterrada en el cementerio de Komarovo, un bello lugar cercano a la ciudad de San Petersburgo englobado dentro del llamado Centro Histórico de San Petersburgo y hoy calificado como Patrimonio de la Humanidad.
Nathan Altman moría cuatro años después, a la edad de 81 años, y sería enterrado también en Komarovo, cerca de la tumba de la mujer a la que retrató en 1914 y a la que, seguramente, amó en silencio alguna vez.
Este cuadro se puede contemplar en el Museo Ruso de San Petersburgo.
Magnífico el retrato que has dibujado de la ciudad y la noche de San Petersburgo en los años posteriores a la revolución e, inminentemente anterior a la destrucción que conllevó la durísima batalla de Leningrado. No conozco mucho de la pintura rusa de la época, pero me ha gustado el estudio de esta obra y conocer un poco más a este pintor, Altmam, que tiene un estilo cubista clásico bastante definido. Un cordial saludo.
ResponderEliminarAl parecer el mundo cultural que vivía esta ciudad en la última etapa zarista y antes de la Revolución Rusa ya propiciada por la 1ª Guerra Mundial se movía en los cafes literarios - "El perro callejero", " El descanso de los jugadores", "Espejo torcido" - de San Petersburgo. Allí se cocía el clamor de toda aquella élite intelectual que criticaba y deseaba la desaparición del zarismo y que luego se encontraría con un sistema represor peor que el que habían vivido. La 2º Guerra Mundial y el stalinismo les darían el golpe de gracia.
EliminarNathan Altman no es un pintor conocido a nivel popular como lo pueda ser Chagall pero fue un gran pintor.
Un abrazo.
Estupendo post el de hoy, me ha gustado imaginarme el café Brodiachaia Sobaka con todos los famosos pintores, poéticos, y demás personajes del tiempo, la belleza y la apasionada mujer de Anna Akhmatova, vivió para ser amada.
ResponderEliminarUn abrazo
La verdad es que sería maravilloso poder viajar en la máquina del tiempo y poder tomar unas cervezas en estos lugares míticos de los siglos XIX y XX. Un recorrido para ver y escuchar a esos genios en el Cafe de la Nouvelle-Athénes, en el bar del Folies Bergere, en Le Chat Noir, en el Cafe de Flore o el Café de la Rotonde y tantos otros.
EliminarCreo que Anna Akmatova amó y fue amada pero a la vez fue una mujer muy involucrada con los movimientos sociales que le tocó vivir y de los cuales se convirtió a veces en estandarte por lo que también sufrió persecución y sufrimiento.
Un abrazo.
Cubista es el retrato y sin embargo es clásico en la concepción perfectamente nítida de la figura. Sólo se advierte el cubismo en la descomposición del fondo, diamantino en su descomposición en caras y figuras geométricas. En el lienzo se vislumbra la elegancia y personalidad atrayente de Anna, musa y modelo de pintores, escritores y músicos. Carácter de una mujer esbelta y larga, moderna, seguidora de las modas imperantes y espiritual en su languidez sin fin.
ResponderEliminarUn saludo
Casi toda la obra cubista de Altman permite reconocer las formas aunque las parcele pero sin descomponer. Nunca llega a practicar el cubismo hermético o sintético con descomposición de las formas a excepción de algunos de sus bodegones o naturalezas muertas. En el retrato de la Akhmatova se presiente que está tan poseído por la personalidad de esta mujer que no consigue desestructurar la imagen real que él ve limitándose a cubicar lo que la rodea.
EliminarCreo que fue una gran mujer y una gran poeta aunque sobre esto no puedo opinar dado mi poco conocimiento de su obra.
Un saludo amiga Carmen.
Elegante Anna y con una clavícula que es la envidia de cualquier mujer.
ResponderEliminarPienso que sí, que debía ser una mujer elegante y estilosa aunque su belleza sea difícil de valorar debido a la dureza de sus facciones. Por algunas fotos que hay en la Red y por el mismo cuadro, se ve que su nariz, su mandíbula y su mentón casi masculino son difíciles de encajar si no es en una faz con fuerte personalidad.
EliminarLo de la clavícula, si tu lo dices, me lo creo.
Un abrazo.
Esta entrada es más poética que pictórica. El cuadro es bellísimo. Me gusta sobretodo el colorido, y el cubismo (que nunca me ha gustado mucho) pasa casi inadvertido. Apasionante, como siempre, la historia.
ResponderEliminarCon tu permiso, te dejo unos versos de Ana Akhmatova que he sacado de la red.
Unos van por un sendero recto,
Otros caminan en círculo,
Añoran el regreso a la casa paterna
Y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
Llevo conmigo el infortunio,
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
Como un tren sobre el abismo.
Un fuerte abrazo
Cuando escribía esta entrada me estaba acordando de tí y pensaba que te gustaría al estar dedicada a una poeta como tu. Como bien dices esta entrada es más poética que pictórica pues aquí el personaje se come al autor aunque sea el pintor el que la ha inmortalizado ante nuestros ojos.
EliminarEl bello poema que me dejas y que te agradezco, es un canto de la amargura y también del complejo que ella sentía por atraer la desgracia a los que la rodeaban. Modigliani murió joven y tuberculoso: su primer marido fue fusilado, su segundo marido murió también joven. Su hijo estuvo en la cárcel muchos años. En fin. No todo en su vida fueron días de vino y rosas.
Un fuerte abrazo también para tí y gracias por tus comentarios.
Un retrato de una belleza sutil, como imagino debio ser la de su modelo. Nos has transmitido la atmosfera adecuada para saborearlo y eso se agradece. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegro si como dices he conseguido trasmitirte un poco del mundo que esconden esas pinceladas azules y amarillas. Si supiéramos lo que los cuadros encierran tal vez nos detendríamos unos minutos más en su contemplación.
EliminarUn abrazo.
Qué interesantes entradas ésta y la anterior de Modigliani. Me gusta mucho leerlas por su interés y por cubrir un aspecto del arte bastante desconocido por mí, pero que con sus artículos pienso ir corrigiendo. Hay que ver cómo le gustaba posar a la rusa.
ResponderEliminarLos últimos años del siglo XIX y el primer tercio de XX son, para el arte, y en general desde el punto de vista social, una época interesantísima. Qué efervescencia bullía en París y otras ciudades durante aquellos años, en la que coincidieron pintores y escritores, entonces luchando muchos por sobrevivir y hoy consagrados.
Un saludo.
Tienes toda la razón. El último tercio del XIX y el primero del XX llevaron aparejada una revolución cultural difícil de imaginar y de la que nos siguen cautivando sus historias y personajes.
EliminarGracias por tus visitas y comentarios. Un cordial saludo.
Una entrada magnifica,la describes tan bien que hasta se puede oler el humo del "Brodiachia".No conocía al pintor y me ha resultado muy interesante.
ResponderEliminarUn saludo
No es un pintor demasiado conocido a nivel popular por lo que es lógico que no lo conocieses.
EliminarHe pasado por tu recién iniciado blog y me han resultado muy curiosas y amenas tus entradas así que nos seguimos visitando.
Un cordial saludo.
Creo que Altman realizó una pintura realista con estilo cubista, elpresley. Esto parece sonar disonante pero teniendo en cuanta que no descomponga la forma y con esta especial e inusitada belleza se limite a realizar unas determinadas parcelas, es lo que me induce a expresarme como lo hago. Creo que la enorme personalidad de Anna Akhmatova domina este perfecto entrecruzamiento entre estilos pictóricos.
ResponderEliminarUn apublicación tan excelente como importante. Enhorabuena.
Un abrazo, amigo elpresley.
Si, tienes razón. Como comentaba con Carmen Béjar su obra cubista nunca llega a ser del todo hermética ni cae en la abstracción a excepción de algunas obras y en lo que conozco. Como tu bien dices la personalidad de la Akhmatova asoma por encima del estilo.
EliminarGracias por tu visita. Un cordial abrazo.
Son muy hermosos estos versos con que comienzas la entrada. Me gusta mucho el colorido de esta obra. Abrazos.
ResponderEliminarBueno, como tu eres un poeta consumado me confirmas la opinión que yo tenía como profano en el verso. Gracias por tus comentarios. Un abrazo.
EliminarDa gusto leer la cantidad de historias y detalles con las que acompañas a las pinturas.
ResponderEliminarSaludos.
Lo que realmente da gusto es saber que a alguien le resultó agradable lo que contaste.
EliminarUn cordial saludo.