La condesa Mathieu de Noailles fue una famosa poetisa y aristócrata nacida en París en 1876 como Anna Elisabeth Bibesco-Bassaraba de Brancovan.
Hija de un príncipe rumano y una pianista griega se casaría muy joven con un descendiente del ducado de Noailles, un tal Mathieu de Noailles, apellido por el que se la conocería en adelante en los círculos de la alta sociedad parisina.
Anna de Noailles, una mujer con una formación y un espíritu artístico de raíz, se rodearía también de la élite intelectual que se movía por París en esos años convirtiéndose ella misma en una famosa poetisa después de publicar en 1901 su primer libro de poemas "Le Coeur Innombrable", una obra que tendría un gran éxito y al que seguirían una nueva colección de poesía y varias novelas.
Mujer culta, inteligente y con una gran capacidad para las relaciones sociales debido a la atracción que su persona ejercía, convirtió su salón parisino de la avenida Hoche en un lugar de reunión de intelectuales, artistas y escritores entre los que se encontraban personajes de la talla de Paul Claudel, André Gide, Paul Valery, Pierre Loti, Marcel Proust o Jean Cocteau por citar algunos. Este último le llegaría a escribir en una de las cartas pertenecientes a la afectuosa correspondencia que mantuvo con la condesa, comparativos como estos: "Es usted más exquisita que Ronsard, más noble que Racine y más magnífica que Hugo".
También fueron varios los pintores que la retrataron, muchos de ellos atraídos por su personalidad y otros a instancias de la propia Anna de Noailles en su deseo de dejar el recuerdo de su figura a generaciones futuras como ella misma contaría más tarde. A ella la retratarían Jean de Gaigneron, Antonio de la Gandara, Edouard Vuillard, Kees Van Dongen, Jacques Émile Blanche, Phillip Alexis de Laszlo, Jean Louis Forain e Ignacio de Zuloaga que la plasmó en 1913 en el lienzo que hoy visitamos, "Retrato de la condesa Mathieu de Noailles"
Por esas fechas, Zuloaga tenía abierto su estudio en París en la rue Caulaincourt y había llegado a introducirse en 1912 en el circulo de la condesa, al parecer, a través del salón de Madame Bulteau una dama de la alta aristocracia parisina a cuyas tertulias solía acudir Anna de Noailles de vez en cuando. Sería esta la que, conocedora de la fama como retratista que había ido adquiriendo Zuloaga, desearía posar para él. De la correspondencia que se ha conservado entre el pintor y la condesa se sabe que entre los dos se estableció una agradable comunicación y un acuerdo en los preparativos del retrato en cuanto a la elección del vestido y el tejido y la decisión de pintar en el estudio del pintor para que tanto ella como el pintor pudieran posar y trabajar en calma, respectivamente.
Zuloaga retrata a la condesa recostada en un diván recubierto por unas telas verdes que contrastan con el llamativo vestido de gasa rosa que ella luce. Muy teatral la pose, Anna aparece en un primer plano mientras el telón de fondo aparenta un cielo azul en el que se dibujan unas nubes de tonos también rosados. La escena se enmarca con unos pesados cortinajes floreados muy del gusto de Zuloaga que empleará esta misma escena para varios de sus retratos. En primer plano aparece una mesa sobre la que descansan un jarrón con unas rosas, unos libros y un collar de perlas, objetos todos ellos, según cuentan algunos, de acuerdo a una actualización de la "vanitas" del barroco español y en los que estarían simbolizados el amor, su afición a la literatura y la pasión, respectivamente.
Sin ser una mujer excesivamente bella, Zuloaga la hace bella y demuestra su maestría como buen retratista del alma que era sacando toda la fuerte personalidad que esta mujer poseía y que puede descubrirse en su poderosa y penetrante mirada. Anna de Noailles debió quedar encantada con su retrato y con el sentimiento de inmortalidad que este le proporcionaba. Ella le escribió una vez terminadas las sesiones de posado que "Debo decirle con qué emocionante reconocimiento pienso en la perdurable gloria con la que usted me ha colmado por la presencia en el mundo de un divino lienzo sobre el cual todas las miradas se posarán asombradas cuando ni usted ni yo estemos ya."
El retrato de la condesa de Noailles no se mostró al público en Francia exponiéndose sin embargo en diversas ciudades de Estados Unidos unos años después, en 1916 y 1917. En 1919 apareció en la Exposición Internacional que se celebró en Bilbao siendo adquirido por 100.000 pesetas por el empresario naviero Ramón de la Sota quien lo donaría posteriormente al Museo de Bellas Artes de Bilbao donde se puede contemplar en la actualidad y del que se puede decir que es la joya de la corona de este entrañable museo.
Excelente elección pictórica. Una obra maestra del modernismo español, del gran Zuloaga. Qué mujer más interesante debió ser..., claro que la época y la oportunidad que tuvo le ayudaron en ello...
ResponderEliminarUn saludo, colega. Un abrazo.
La pintura de Zuloaga,incluso esta en particular, tienen un aire desvaído,como sacada de un desván polvoriento. Esta mujer, de ojos lánguidos, parece que tuvo una vida plena y que los hados le fueron favorables, y ahí la tenemos,ojerosa y con aspecto de importarle un rábano la opinión del mundo.
ResponderEliminarAbrazo
Sin duda la condesa tenía una altísimo concepto de sí misma.
ResponderEliminarUn saludo.
Anna de Noailles debió ser una mujer muy interesante. Tu la describes como culta, inteligente y con una gran capacidad para las relaciones sociales. De tu artículo yo deduzco también que debió ser una gran manipuladora. En esa mirada profunda y también distante del retrato de Zuloaga se adivina la capacidad de dominación que tenía la condesa.
ResponderEliminarSaludos Presley
Una mirada altiva y cautivadora supo plasmar Zuloaga en este retrato de una gran mujer por lo expuesto en esta entrada, pero no me cabe duda la audacia del pintor para sacar lo mejor o peor de sus modelos y en este caso más ya qué (esa mirada te fulmina). No me extraña que sintiera esa devoción tan temprana por El Greco que también supo plasmar lo que no se ve e intuye de sus modelos. Me ha gustado enormemente la elección del cuadro que hoy comenta.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
En este retrato se ve la influencia palpable del gran maestro Goya, tanto en la posición de su cuerpo extendido sobre un diván al estilo de la Maja Vestida, como el uso de los chapines tan de moda a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, por poner dos ejemplos. De esta mujer destacaría su mirada, profunda y sin miedo, dirigida hacia el espectador, sugiriendo inteligencia a la vez que sensualidad. ¿Y el bodegón de la esquina inferior derecha? Por si mismo ya sería digno de un lienzo. En esto, como en otras muchas cosas, Zuloaga bebía de los maestros del renacimiento y sobre todo de los grandes de la pintura española tales como El Greco, Velázquez y Goya.
ResponderEliminarUn saludo
Me gustan los cuadros de Ignacio Zuloaga, la tonalidad del vestido así que los pliegues y la transparencia del tejido es lo que más me ha atraído en la obra.
ResponderEliminarUn abrazo.
De estos tres últimos trabajos me quedo con este, pero sin duda la señorita Hart es la mas interesante. Un placer leerte, amigo. Buen fin de semana.
ResponderEliminarJuraría que te había puesto un comentario, parece ser que se perdió por el camino.
ResponderEliminarEl cuadro me gusta muchísimo, la pintura de Zuloaga es que me gusta. No sabía ka historia del personaje y me ha gustado mucho saberla
Un beso
grande zulo
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