Hoy he vuelto a pasar por delante del bar de Hopper y camuflado entre las sombras de la calle, observo que siguen ahí los mismos cuatro personajes solitarios, serios y silenciosos de ayer. Refugiados, tal vez encerrados en ese bar sin puerta al exterior, expuestos como en una vitrina a la vista de todos los que curioseamos en sus rostros y en su aspecto intentando penetrar en sus vidas a través de ese oculto escudriñamiento.
En todos los barrios de las grandes ciudades hay siempre un bar semejante al de Hopper. En el de la ciudad en la que ya no suelo habitar, existe uno casi igual a este.
Suele cerrar hacia la una de la mañana y los fines de semana algo más tarde. A lo largo de las casi dos décadas que he vivido en ese barrio, siempre que pasaba delante de él observaba a sus cíclicos personajes con un irreprimible voyeurismo.
Digo cíclicos porque, a mis ojos de voyeur, todos han tenido un ciclo más o menos largo pero suficiente para poder ir tejiendo una historia sobre ellos. Alcohólicos irredentos, matrimonios por compromiso, comerciales abatidos por los malos días, cirujanos camuflados, solitarios aburridos, amantes, busconas……..
Todos llegaban un día y desaparecían al cabo de días, meses o años. Todos dejaban una historia para inventar.
Yo también llegué a entrar en ese bar muchos días a lo largo de muchos años. Seguramente, cuantos me vieron fabricaron su historia sobre mi posible vida.
Quién sabe cuantos Hopper me pintaron durante ese tiempo.
El poeta Wolf Wondratschek en uno de los versos de su poema – "Nighthawks: After Edward Hopper's Painting" - basado en este cuadro, decía refiriéndose a la pareja que aparece en él: «No dicen una sola palabra, pero, por qué deberían hacerlo? /Ambos fuman, pero no hay humo/Apuesto a que ella le escribió una carta / Dijera lo que dijese, él ya no es el hombre que volvería a leer las cartas de ella»
Cuentan los estudiosos de Edward Hopper que este cuadro, "Nighthawks" (Los halcones de la noche), ha sido motivo de inspiración para poetas como Wondratschek, directores de cine como Sam Mendes o Ridley Scott, dramaturgos como Douglas Steinberg, músicos como Tom Waits, escultores como George Segal y pintores como Gottfried Helnwein que llegó a calcar el cuadro sustituyendo únicamente el rostro de los cuatro anónimos personajes de Hopper por los de Elvis Presley, James Dean, Humphrey Bogart y Marilyn Monroe.
El éxito y la trascendencia de Hopper estriba en su capacidad para generar el voyeurismo que late en el ser humano y que explota con cada uno de sus cuadros. Todos picamos el cebo y nos inventamos una historia para sus solitarias imágenes con lo cual, estas pasan a formar parte de nuestra memoria involuntaria haciéndonos casi protagonistas de ellas.
Mañana o pasado, volveré a pasar otra vez por el bar de Hopper y recordaré el comienzo del poema de Wondratschek:
It is night/ and the city is deserted. /The lucky ones are at home…….
Este cuadro, pintado en 1942, se conserva en el The Art Institute of Chicago. Puedes ver algo de la obra de Hopper en este recomendado y agradable video.