Escribe A. Corbin en su libro "The Foul and the Fragrant: Odor and the French Social Imagination" que: "La proliferación de invernaderos en el siglo XIX ha sido objeto de atención por parte de los historiadores de la vida privada del ser humano. Tras haber sido privilegio de la aristocracia y de los muy ricos durante largo tiempo, los invernaderos se extendieron particularmente en Inglaterra pero también en Europa Central y en Francia…..Extendían el espacio habitado y daban fe de la expansión de la esfera de lo privado. Los invernaderos proporcionaban un lugar para pasear independientemente del tiempo que hiciera, lo que hacía que se confeccionaran pérgolas floridas y se colocaran bancos en ellos. Los invernaderos se convirtieron en lugares donde se daban encuentros fortuitos, citas y aventuras. Allí se burlaba la vigilancia que imperaba sobre el espacio doméstico"
Manet, un pintor que gustaba de reflejar en su pintura la vida privada del ser humano y en especial aquello que se refiere a las relaciones afectivas o sentimentales de la pareja, no podía ser ajeno a ese espacio y así, en un lugar de esos, nos sitúa la escena de su obra "Dans la serre".
En dicha escena vemos a una pareja en una actitud, podríamos calificar, tensa. Ella, sentada en un banco de ese invernadero, elegantemente vestida, tiene la mirada clavada en ninguna parte, como indiferente al hombre que, apoyado en el respaldo de ese banco, no se sabe muy bien si la observa o mira, también ausente, el dibujo de las tablas que adornan su vestido.
La escena ha sido analizada hasta la saciedad por psicólogos, sociólogos y hasta por oftalmólogos que han creído, estos últimos, observar alguna alteración visual en el individuo y se han elaborado numerosas conjeturas acerca de la posible relación existente entre la pareja y la situación que se está viviendo. Así, se ha llegado a estimar que la pareja es un matrimonio pues ambos llevan un anillo en su mano izquierda aunque los hay que aseguran que la relación puede ser una relación adúltera y que ambos estén casados con otras parejas. El que el hombre esté situado al otro lado del banco significa para muchos la separación ya inevitable. La mano desnuda de ella parece que podría aceptar un acercamiento pero la de él impide, con el puro que sujeta entre sus dedos, ese posible roce que inicie el desbloqueo del momento. Las flores junto a ella, del color de su piel, simbolizan la belleza, el lado femenino. Algunos observadores también rebajan el grado de tensión y ven un toque de humor por parte de Manet en la pose algo chulesca e irónica del hombre mientras observa, sonriente, la expresión de mal genio que mantiene su rígida mujer. Dentro de poco todo habrá pasado.
Genial Manet, como en todas sus obras, despertándonos siempre esa curiosidad y atención hacia todos los aspectos que rodean las mismas, metiéndonos en el cuadro aunque estemos al otro lado del mismo.
La pareja que posó para el pintor fue la formada por el matrimonio Guillemet, buenos amigos de Manet y dueños de una tienda de modas en la Rue de Saint-Honoré. Ella, Jules Guillemet, era de nacionalidad norteamericana y se había hecho famosa por sus originales sombreros. Posó varias veces para Manet y mantuvo correspondencia con él acerca de la moda, tema que siempre interesó al pintor
El invernadero en el que Manet colocó la acción era un pequeño jardín adyacente al estudio que el pintor Otto Rosen tenía en el nº 70 de la Rue d’Amsterdam y que Manet alquiló al pintor durante unos meses entre 1878 y 1879. El banco que aparece en el cuadro es el mismo que aparece en otra obra de Manet "Madame Manet en el invernadero" pintada por esas fechas y en ese mismo estudio.
La pintura fue presentada al Salón de París de 1879 sin que se le prestase demasiada atención. Poco después la compraría el coleccionista y barítono francés Jean-Baptiste Faure junto con otras dos obras más que pasarían a engrosar la lista de cerca de 70 obras de Manet, propiedad suya. En 1896 fue adquirida por la Nationalgalerie de Berlín donde permanecería hasta 1945 en que es sacada de Berlín, escondida por los nazis en una mina de sal en Merkers-Kieselbach y descubierta ese mismo año por tropas americanas al fin de la II Guerra Mundial siendo devuelta a la Nationalgalerie, Staatliche Museen donde puede contemplarse en la actualidad.