jueves, 31 de enero de 2013

Retrato idealizado (retrato de Simonetta Vespucci como una ninfa) - Sandro Botticelli



El 29 de enero de 1475 se libró un famoso torneo en la plaza de la Santa Croce en la ciudad de Florencia para celebrar el acuerdo de paz entre las tres potencias italianas de Venecia, Milán y Florencia. La justa, organizada por el señor de esta última, Lorenzo "El Magnífico", no pretendía ser un torneo a la usanza de los antiguos y cruentos torneos medievales sino una demostración colorista y festiva que demostrase, a la vista de todos los presentes, la destreza en el manejo de las armas y la suntuosidad de los miembros de la familia de los Médicis pues, a este torneo, concurría Giuliano de Médicis, el hermano menor de Lorenzo

Cuentan las crónicas de la época que el espectáculo fue de un esplendor y magnificencia nunca visto hasta la fecha. Los Médicis habían presionado a las familias nobles de Florencia para que participasen en este espectáculo encargándose ellos de pagar gran parte de los gastos de los equipos de armas y vestuario requeridos. Entre los elementos que debía tener cada uno de los caballeros que participaban en esta competición figuraba su estandarte que, de acuerdo con las antiguas costumbres medievales, llevaría representadas unas imágenes alusivas a la mujer elegida por el caballero, la mujer dueña de su corazón, y que debería corresponder a una mujer ya casada de la corte y que se destacara especialmente por sus virtudes. Estos estandartes fueron encargados a distintos maestros pintores de Florencia como Andrea del Verrocchio o Antonio Pollaiuolo pero Giuliano de Medícis encargó el suyo a un pintor llamado Alessandro Filipepi, más conocido como Sandro Botticelli

La imagen que Botticelli plasmaría en el estandarte de Giuliano a instancias de este, sería la de una bellísima dama conocida en la corte de los Médicis como Simonetta Vespucci, una mujer cuyo rostro se convertiría en un icono en la obra de Botticelli, rostro que, idealizado seguramente, podemos contemplar en el cuadro que hoy traemos aquí. 

Simonetta Cattaneo di Candia, fue una joven genovesa casada con Marco Vespucci, un rico comerciante perteneciente a una prestigiosa familia florentina aliada de los Médicis. Vecino de Botticelli, este matrimonio era muy conocido en toda Florencia principalmente por la belleza de Simonetta y por su fama de mujer fiel y enamorada de su marido Marco con el que se había casado con solo 16 años. Cuando Botticelli la plasma en el estandarte de Giuliano, ella tan solo tendría 21 o 22 años y moriría un año después, en 1476, víctima de la tuberculosis. 

Se ha escrito mucho sobre un posible amor secreto entre Giuliano de Médicis y Simonetta Vespucci y se ha contado que eran amantes, pero nada de esto se ha podido probar. El hecho de que ella fuera una mujer admirada y que Giuliano la escogiese como su favorita para figurar en su estandarte no significa nada pues, este tipo de representaciones formaban parte de un juego amoroso pero público y no solo no afectaba en absoluto a la reputación de la mujer sino que la exaltaba a ella y al caballero que la había elegido. 

De Simonetta Vespucci no hay prácticamente referencias biográficas y es Botticeli el que va representando su imagen años después de muerta en muchos de sus retratos de jóvenes damas, en sus madonas y en sus ninfas o Venus mitológicas y que constituyen lo mejor de su obra. 

La imagen de Simonetta no es un vivo retrato de la modelo - ella nunca posó para Botticelli -, es el ideal de mujer que se caracteriza por la belleza perfecta y virtuosidad igualmente perfecta. Botticelli nunca pretende reflejarnos las cosas - los seres - tal y como los vemos sino tal y como son en el mundo de los símbolos. 

El cuadro que hoy vemos fue pintado sobre 1480, cuatro años después de desaparecida Simonetta, y el Museo Städel, (Frankfurt), museo en el que se puede contemplar este cuadro, - atribuido según algunos expertos a Jacopo del Sellaio - le puso el largo titulo de "Retrato idealizado (retrato de Simonetta Vespucci como una ninfa)" (Weibliches Idealbildnis (Bildnis der Simonetta Vespucci als Nymphe)), seguramente para matizar que la imagen de Simonetta está idealizada, que es un ideal. Un icono. 

Simonetta, o el icono Simonetta, aparece aquí representada de perfil, pero no rígida sino con una cierta sensación de movilidad que produce su busto diagonalizado. Sus cabellos rubios, con largas trenzas y algo azotados por el viento serán los que nos vuelva a mostrar cuando Boticelli la represente en "La primavera", en "Venus y Marte" o en "El nacimiento de Venus" unos años después. El camafeo que luce al cuello es un colgante que pertenecía a los Medicis, grandes coleccionistas de este tipo de joyas, y que se conserva y ha sido expuesto en alguna ocasión. Este camafeo representa al dios Apolo y al sátiro Marsias, el sátiro que según la mitología griega desafiaría a Apolo en un concurso musical. En el tocado de plumas de garza y en el broche y las perlas que adornan la cabeza de Simonetta algunos han querido ver una alusión al apellido Vespucci (avispa). 

Simonetta fue llamada "La mujer más bella del Renacimiento". Yo pienso que su belleza es no solo del Renacimiento sino que es una belleza siempre actual, moderna. Botticelli descubrió tal vez el modelo ideal de belleza femenina. El actor, escritor y director de cine Peter Ustinov escribió en algún sitio que: "Si Botticelli viviera, trabajaría para Vogue."  

Más imágenes de Simonetta en este corto y agradable video.

sábado, 26 de enero de 2013

Retrato Anna Akhmatova - Nathan Altman



"Nuestro oficio sagrado / existe hace miles de años / y sólo con su luz le basta al mundo. /
Pero ningún poeta ha dicho aún / que no existe la sabiduría, ni la vejez, / y puede ser que no exista la muerte."

Cuando la poetisa rusa Anna Akhmatova escribía estos versos en 1944, San Petersburgo acababa de ser liberada del cerco alemán al que había estado sometida durante casi tres años. Esa ciudad aplastada, muerta, tan cadavérica como los supervivientes que todavía habitaban entre sus ruinas, no recordaba a aquella San Petersburgo de hacía 30 años, la ciudad en la que la Akhmatova leía sus poemas en el "Brodiachaia Sobaka" (El perro callejero), un café y cabaret literario propiedad del actor Boris Pronin situado en los bajos de la plaza Mikhailovskaya en la esquina con la Italyanskaya y al que se accedía por una estrecha escalera de piedra.

Desde 1912, fecha en que se había abierto el local y hasta poco antes de iniciarse la Revolución Rusa de 1917, el "Brodiachaia Sobaka" sería el refugio de poetas, artistas y músicos residentes en San Petersburgo. Un lugar donde reunirse, beber, leer, escuchar y hasta celebrar representaciones teatrales o de danza. Allí, envueltos entre el humo y repartidos por las estancias de aquel sótano se podía ver habitualmente a los poetas Osip Mandelstam, Gumilev Nikolay y su mujer Anna Akhmatova, al dramaturgo Vladimir Mayakovsky, al traductor y también poeta Lozinsky Mikhail, a la bailarina Tamara Karsavina, al pianista y compositor Serguéi Prokófiev y también a los pintores Nikolay Kulbin, Lev Baks y Nathan Altman, nombres estos, por citar unos pocos, pertenecientes a la creme artística e intelectual de la avant-garde rusa.

Será en este lugar donde, en 1914, el pintor Nathan Altman trabaría conocimiento con la poetisa Anna Akhmatova y donde le propondría que posara para él en su estudio, una casa junto al río Nevá y cercana al embarcadero del puente Tuchkov, a lo que Akhmatova accedería. No sería esta la primera vez que la Akhmatova fuera retratada por un pintor y mucho menos la última. Como ya comentábamos en la entrada anterior, Modigliani le había realizado en 1911 una serie de dibujos de los que ella guardaría solo uno como recuerdo de aquellos encuentros furtivos con su amante italiano. Después de Altman y hasta el final de sus días, Akhmatova sería retratada en casi doscientas obras de distintos pintores.

Cuando Altman pinta a Anna ambos tienen la misma edad, 25 años. Altman por esas fechas es un pintor nacido en Vinnitsa (Ucrania), formado en la Escuela de Arte de Odesa y recién llegado a San Petersburgo después de un periodo de estudio de dos años en París en donde se había relacionado con el pintor Marc Chagall y empapado con el movimiento cubista que él adoptaría rápidamente.

En estilo cubista pintará a Akhmatova vestida esta elegantemente, realzando su perfil y su delgada figura y colocándola delante de una especie de decorado formado por un paisaje de brillantes cristales que parecen simbolizar el mundo abstracto de los sueños.

Seguramente, como todos los que se acercaban a la Akhmatova, Altman se enamoraría de ella aunque fuera secretamente. Anna desprendía una especie de magnetismo que atraía a los hombres. Su extraña belleza unida a su amplia moral la convertían en fruta del deseo. Casada en 1910 con el también poeta Nikolai Gumilev, le engañaría con Modigliani en sus escapadas secretas a París. Divorciada en 1918 de Gumilev se casaría ese mismo año con Vladimir Shileiko, un poeta e insigne traductor el cual moriría de tuberculosis en 1922 casándose nuevamente con Nikolái Punin, un historiador de arte con el que mantenía una relación desde que eran jóvenes estudiantes y del que se separaría en 1938. Se cuenta que el que fuera Premio Nobel de Literatura en 1958, Boris Pasternak, estuvo también enamorado de ella pero Anna rechazó sus proposiciónes de matrimonio. También tuvo un corto romance con el compositor Shostakovich y una supuesta aventura amorosa con el filósofo y diplomático británico Isaiah Berlin cuando ella tenia ya 55 años y él tan solo 35. Su vida personal fue intensa pero también muy dura. Vió la muerte a su alrededor muchas veces y eso le dejó un poso que puede percibirse en toda su obra poética. Considerada la mejor poetisa rusa de todos los tiempos fue nominada en 1962 al Premio Nobel. Murió en 1966 y fue enterrada en el cementerio de Komarovo, un bello lugar cercano a la ciudad de San Petersburgo englobado dentro del llamado Centro Histórico de San Petersburgo y hoy calificado como Patrimonio de la Humanidad.

Nathan Altman moría cuatro años después, a la edad de 81 años, y sería enterrado también en Komarovo, cerca de la tumba de la mujer a la que retrató en 1914 y a la que, seguramente, amó en silencio alguna vez.

Este cuadro se puede contemplar en el Museo Ruso de San Petersburgo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Jeanne Hébuterne - Amedeo Modigliani




De Modigliani, del bello "Modi" como le llamaban sus amigos parisinos, se decía que pintaba a las mujeres para poseerlas durante el trance místico de la plasmación.

Muchas fueron las mujeres que le amaron, algunas hasta la locura, aunque él, seguramente, no amó a ninguna. Todas aquellas mujeres que pasaron por la corta vida de Modigliani quedaron inmortalizadas en sus bellos y originales retratos o dibujos realizados todos ellos en un estilo distinto a lo conocido y que le convertirían en un pintor inconfundible. 

Modigliani era, aparte de un hombre bello, una persona culta y con un cierto aire de distinción. Dentro de su perpetua pobreza y de su bohemia vida, mantenía un aire de elegancia. Normalmente ataviado con su sombrero de ala ancha, su oscura chaqueta de terciopelo y un pañuelo rojo al cuello, de él llegó a decir Picasso que era el único "tipo" en París que sabía vestirse. Todos esos detalles gustaban a las mujeres que le conocieron a pesar de su manifiesto alcoholismo y su afición a las drogas que le convertían en determinados momentos en un individuo totalmente desequilibrado.

De Modi llegaría a decir la poetisa rusa Anna Ajmatova años después de la muerte del pintor que: "Él no se parecía, en absoluto, a nadie en este mundo. Su voz se ha quedado, de alguna manera, grabada en mi memoria para siempre". Anna Ajmatova se enamoraría de él en el verano de 1911 mientras visitaba París con su marido, el poeta ruso Nicolai Gumilev, y volvería a París en secreto en dos ocasiones para visitar a Modigliani

No necesitó tanto la pintora galesa Nina Hamnett recién llegada a París en 1914 cuando en el café "La Rotonde", el hombre que ocupaba la mesa de al lado se le presentó sonriente como: "Modigliani, pintor y judío". Horas después compartían casa y cama en el promiscuo y destartalado "La Ruche"

Con Beatrice Hastings la relación duró casi dos años, hasta 1916, en que esta se volvió imposible. Beatrice, una periodista londinense criada en Sudafrica y que había tomado la dirección en París del diario "The New Age", era una adicta a los hombres y al alcohol, dos aficiones que chocaban simétricamente con las de Modi. Cuando todo estalló demasiado, Modigliani estuvo a punto de matarla lanzándola contra una vitrina. De él escribiría más adelante que: "Era un cerdo y una perla, hachis y brandy, ferocidad y glotonería." 

El puesto de Beatrice lo cubriría durante un año una estudiante canadiense llamada Simone Thiroux con la que Modigliani mantendría una corta relación que se ha llamado su relación secreta y de la que nacería un niño al que él nunca reconocería y que al morir su madre en 1921 sería adoptado por una familia francesa. 

Todas estas mujeres y algunas más tuvieron un peso importante en la vida de Modigliani y de todas ellas dejó su testimonio pictórico pero, la que más tiempo vivió con él y le acompañó hasta su muerte fue Jeanne Hébuterne, la mujer que aparece en el cuadro que hoy revisamos. 

A Jeanne Hébuterne, una joven estudiante de Bellas Artes en la prestigiosa Academia Pollarosi de Paris, la conocería Modigliani en 1917 a través de una amiga común, la escultora Chana Orloff, la cual acudía regularmente a esta academia para trabajar con modelos en vivo. Pronto surgiría el flechazo entre ambos y Jeanne marcharía a vivir con Modi a un estudio que alquilarían en la rue de la Grande-Chaumière, en pleno Montparnasse. La oposición de los padres de Jeanne a aquella relación con un hombre quince años mayor que ella, pobre y minado por la tuberculosis, el alcohol y las drogas, no conseguiría apartarla de él. 

En los cerca de tres años que vivieron juntos, Modigliani retrató a Jeanne en más de veinte lienzos uno de los cuales es el que hoy vemos y en el que la pinta en su estudio de Montparnase, sentada en un sofá y con su brazo izquierdo apoyado sobre el respaldo del mismo y vestida con una amplia camisa clara que disimula el estado de buena esperanza en que Jeanne se encontraba cuando Modigliani realizó este lienzo en 1919. La pareja ya tenía otra hija, Jeanne, nacida un año antes y a la que Modigliani había reconocido. 

Su segundo hijo nunca llegaría a nacer. Unos meses más tarde, el 24 de enero de 1920, Modigliani moría con solo 36 años en el Hospital de la Charité de París a consecuencia de una meningitis tuberculosa y Jeanne Hebuterne se suicidaba al día siguiente lanzándose al vacío desde una ventana de la casa de sus padres.

Este cuadro pasó a manos del marchante, amigo y protector de Modigliani, el polaco Léopold Zborowski que lo vendería unos años después siendo adjudicado por 30.000 francos en 1937 en una de las famosas subastas del Hotel Drouot de París. En 1956 pasó a ser propiedad del Metropolitan Museum of Art de Nueva York por donación de sus anteriores propietarios.

Puedes ver un bello vídeo basado en la obra y la vida de Modigliani pulsando aquí.

martes, 8 de enero de 2013

La comulgante - María Blanchard


María Blanchard (Santander, 1881- París, 1932) encabeza la lista de una larga serie de grandes pintoras españolas nacidas antes de nuestra guerra civil y olvidadas o no suficientemente reconocidas entre las que se encuentran grandes figuras como la surrealista Maruja Mallo, Angeles Santos o Delhy Tejero por citar algunas. 

De María Blanchard se conoce la parte morbosa de su vida, los comentarios jocosos que de ella se hacían cuando, por las calles de Madrid, paseaba su deforme cuerpo afectado desde su nacimiento por una severa cifoescoliosis, las burlas de que fue objeto por los niños cuando ejerció de profesora en Salamanca o su amor silencioso e imposible por el "gran" Diego Rivera con el que compartiría su piso de París en 1911 pero, se conoce poco o nada su obra. Esta se ha querido clasificar en tres grandes periodos constituidos por un primer periodo de formación que abarcaría hasta 1913, un segundo en el que abandona su expresionismo para iniciarse en el movimiento cubista en plena ebullición parisina hasta 1919 y un tercero en el que retomará otra vez la pintura figurativa, estilo que ya no abandonará hasta su muerte y que se caracterizará por la representación de escenas o figuras de las que parece desprenderse una gran tristeza y melancolía, pintura la de estos últimos años, acorde con su estado anímico debilitado por repetidas crisis depresivas. 

A caballo entre su primera y última etapa está la obra que hoy traemos a este blog, "La comulgante"

"La comulgante" es un lienzo iniciado en 1914 y que María Blanchard abandonará para retomarlo nuevamente en 1920 con motivo del Salón des Independants de París de 1921 donde lo presentará, junto con otras dos pinturas y dos dibujos, al parecer con el nombre de "Figure" o "Interieur" de acuerdo a las cartas y escritos que se conservan de sus amigos los pintores Juan Gris y André Lhote en los que se indica qiue el cuadro ha tenido un gran éxito de crítica. El crítico de arte Maurice Raynal escribiría a Lhote: "La exposición de La Communiante constituye un éxito casi escandaloso, No hay crítico de arte que no celebre en términos entusiastas esta revelación..."

El tema del cuadro, muy usado por los pintores de la época entre los que podríamos citar a Jules Breton, Jean Beraud, José Gallegos, Tamara de Lempicka, Toulouse Lautrec o Picasso, es la representación de una niña que, vestida de primera comunión y cargada y adornada con toda la parafernalia posible: librito, limosnero, estampita, un repolludo cirio, etc., parece levitar ante el altar mientras dirige una triste y perdida mirada hacia ningún sitio.

El poeta Gabriel Ferrater escribiría así sobre esta obra: "Una niña, aprisionada en la agria fealdad de un traje de primera comunión blanco, está como aplastada sobre la superficie de la tela, en una actitud hierática, de santo de mosaico románico, con los típicos pies apuntando hacia abajo sin descansar en el suelo; la rodea el ámbito de la capilla, con un altar, un reclinatorio y unos cortinajes en cuya fealdad se ha recreado también agresivamente la pintora, y cuatro ángeles algodonosos que, en el ángulo superior derecho de la tela, elevan un cáliz en el aire".

El cuadro, realmente, no destila belleza y tampoco espiritualidad, aunque la pintora se refugiase en la religión, principalmente en los últimos años de su vida, para intentar huir un poco de sus crisis depresivas. Es difícil interpretar este cuadro que ha sido motivo de variadas opiniones de sesudos expertos y a lo largo de las últimas décadas. La condesa Campo-Alange en su biografía de María Blanchard indica que:  "A mi modo de ver, la rigidez de la niña es la crítica inconsciente de la crueldad que encierra a veces la inocencia, la censura a unos seres que debiendo ser ángeles - según la idea aceptada - tuvieron con ella una falta absoluta de caridad y amor".

Con respecto a los elementos que adornan el cuadro, se ha dicho por algunos que el feo cortinaje rojo - que diría Ferrater - es característico de la obra velazqueña apareciendo en el retrato del "Papa Inocencio X", en la "Venus del espejo" y en "Las hilanderas", obras todas ellas que articulan enigmas relacionados con la percepción en torno a la figura femenina. Hay quien distingue entre los pliegues que forman el cortinaje las facciones de un posible demonio observando a la niña.  En los colores de la bandera francesa que parcelan las alas de los angelotes alguien ha visto una búsqueda de esa atmósfera de independencia personal y la añoranza de esa libertad artística del París en el que ella se encontró siempre libre y que habría tenido que abandonar al comienzo de la guerra, una vez iniciado su cuadro. Otros, adivinan una influencia de Rousseau El Aduanero, pintor que sitúa repetidamente la bandera francesa en sus cuadros lo cual se ha identificado también como un ansia de reconocimiento público.

María Blanchard, afincada en París desde 1915 hasta su muerte en 1932, necesitó la conmemoración del centenario de su nacimiento y la exposición de 1982 en el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) en el que se expuso por primera vez en España su obra cubista para que, poco a poco, su nombre fuera sonando dentro de los circuitos del arte de nuestro país. La exposición monográfica que desde el pasado octubre y hasta finales de febrero presentan la Fundación Botín y el Museo Reina Sofía con el nombre de "En torno a María Blanchard. Vanguardia e identidad" es un paso más en la recuperación de esta artista olvidada y nos permite contemplar este misterioso cuadro de "La comulgante" dentro de un conjunto de 77 obras de la pintora santanderina. 

"La comulgante" es propiedad del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía existiendo otra réplica con algunas pequeñas variantes que la Blanchard realizó en 1923 para regalar a una alumna suya. Dicha réplica, de propiedad privada, se puede ver en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS).

Algo más sobre la obra de María Blanchard pulsando aquí.

jueves, 3 de enero de 2013

Le sommeil - Gustave Courbet




Escribía hace ya algún tiempo el profesor de Historia del Arte, Carlos Reyero, que: "Gustave Courbet es el pintor de las frutas, de los animales, de las flores y, sobre todo, de la carne - de la carne como supremo enemigo del alma, por supuesto - de la carne fresca que se saborea con todos los sentidos al ser pintada" 

En el cuadro que hoy traemos a este blog, Courbet presenta esa carne para que la saboree también el espectador después de haberse saciado él. La muestra casi como parte de un bodegón, como una de las piezas comestibles que lo integran.

A Courbet lo trajimos a este blog hace ya algún tiempo y lo dejábamos después de comentar la frustración que le había producido la no admisión de su obra "L’atelier du peintre" en el Salón de la Exposición Universal de 1855 en París, obra que Courbet expondría a modo de provocación en un pabellón individual situado enfrente de dicha exposición denominándolo "Realismo" dando origen así a un movimiento cuya estética definiría poco después el crítico de arte, Jules Champfleury.

Aquella exposición marcaría un antes y un después en la temática de la obra pictórica de Courbet abandonando este los temas de carácter social y dedicándose a aquellos que le reportasen el placer de pintar sin aceptar ajustarse a los convencionalismos impuestos por los academicistas y por la crítica del Salón.

Será ya en 1866 trabajando en su estudio de París sobre una serie de obras cuyo motivo principal será el desnudo femenino adornado de un cierto contenido erótico cuando recibirá la visita de un rico coleccionista turco llamado Khalil Bey, un antiguo embajador en París y que andaba haciéndose por esas fechas con una importante colección de obras de arte entre las que figuraban obras de pintores tales como Delacroix, Corot, Rousseau e Ingres ("El baño turco").

Khalil Bey se encaprichará con una obra ya terminada y que había sido rechazada en el Salón de 1866 por su alusión al lesbianismo, denominada "Venus persiguiendo a Psique", obra que Courbet no podrá venderle por tenerla ya comprometida. Khalil Bey, un erotómano de tomo y lomo además de jugador empedernido, le pide a Courbet que le pinte un cuadro similar a ese en el que aparecía una mujer desnuda dormida sobre una cama mientras otra, a medio vestir, juguetea con un pájaro al lado de ella. 

Courbet acepta el encargo aunque será cambiando la escena en este nuevo cuadro al que denominará "El sueño", cuadro que hoy visitamos y que nos muestra a dos mujeres en una actitud también lésbica, adormiladas, seguramente después de haber hecho el amor y rodeadas de una serie de objetos a los cuales se les puede aplicar un cierto simbolismo como es ese collar de perlas que nos indicaría el pecado o la pasión y esa copa tipo cáliz que simbolizaría el perdón. 

La carne, bellísima, se nos muestra como decíamos al principio casi como la pieza de un bodegón. Una pieza formada por dos mujeres una rubia algo pelirroja y otra morena que se nos muestran en todo su esplendor.

La mujer morena se desconoce quién era pero la pelirroja se sabe que corresponde a una bella mujer llamada Joanna Hiffernan, una irlandesa a la que Courbet había conocido el verano anterior durante una estancia de unos meses en la localidad de Trouville. Joanna era la amante y modelo del pintor James McNeill Whistler, que también se encontraba trabajando en Trouville en 1865. Joanna ya había posado para Courbet ese verano quién la retrató en un lienzo con el nombre de "Jo, la bella irlandesa", cuadro del que haría diversas variaciones.

Aprovechando que Whistler se encontraba por esas fechas en Valparaiso donde pasaría más de siete meses por asuntos personales, Joanna marchó a París a posar para Courbet en "El sueño" convirtiéndose en su amante. Se cree que posó igualmente para su controvertido cuadro "El origen del mundo", un cuadro que muestra un primer plano de un sexo femenino y que sería adquirido también por el erotómano turco Khalil Bey quién lo mantuvo tapado con un velo verde hasta que, arruinado por el juego, tuvo que venderlo en 1868 junto con los del resto de su colección entre los que figuraría "El sueño"

Este cuadro, también denominado "Las mujeres dormidas" o "Pereza y lujuria" se puede contemplar en el Petit Palais, Musée des Beaux-Arts de la Ville de Paris.

Puedes ver algo más de la obra de Gustave Courbet pulsando aquí.