martes, 5 de mayo de 2015

Manuel Osorio Manrique de Zúñiga - Francisco de Goya y Lucientes




En 1782, bajo el reinado de Carlos III, se crea el Banco de San Carlos, el banco que daría origen al futuro Banco de España. En su Junta inaugural, en enero de 1783, se crea su Archivo y posteriormente se decide añadir un archivo iconográfico al que se incorporen los retratos de los presidentes o gobernadores y aristócratas allegados al Banco, retratos que deberán ser realizados por los pintores más destacados en su momento con el fin de crear un fondo museístico que amplíe el capital documental del citado Archivo.

Unos años después, en 1785, se aprueba el encargo de los primeros fondos iconógráficos del Banco y es un tal Juan Agustín Ceán Bermudez, el Secretario del Archivo, el que se encarga de contratar a Francisco de Goya la realización de una serie de cuadros para dicho Banco. Hay que hacer constar que Goya era ya por esas fechas uno de los primeros accionistas del Banco de San Carlos a través de su amigo Ceán Bermudez que, además de secretario de Francisco de Cabarrús, el fundador del Banco, era también un distinguido historiador y crítico de arte amén de un importante coleccionista.

Por tal motivo, entre 1785 y 1788 y con cargo al Banco de San Carlos, Goya retratará al Rey Carlos III, al Conde de Cabarrús, a Francisco Javier de Arrumbe, al Marqués de Tolosa, a José de Toro y Zambrano y al gobernador del banco por esas fechas, D. Vicente Joaquín Osorio Moscoso y Guzmán, un acaudalado aristócrata poseedor de innumerables títulos nobiliarios entre los que figuraba el de XII Conde de Altamira.

Al parecer, el conde quedó encantado con el retrato que Goya le había realizado encargándole que retratase a los miembros de su familia cosa a la que Goya accedería retratando, al menos, a su mujer y a tres de sus cuatro hijos el segundo de los cuales, Manuel Osorio Manrique de Zúñiga, es el que hoy traemos retratado a nuestro blog.

En este cuadro, Goya nos muestra a un niño de mirada perdida, vestido totalmente de rojo, a excepción de esa faja y esos zapatos de raso que le adornan, produciendo en el espectador la sensación de estar viendo el retrato de un muñeco más que el de un niño. Con sus manos sujeta una  cuerda a la que está amarrada por una pata una urraca que lleva en su pico una tarjeta de visita de Goya en la que se distingue una paleta con unos pinceles y la firma de Goya (D. Fran co Goya). A un lado, a  los pies del niño aparecen dos gatos que observan a la urraca y detrás de ellos, en la oscuridad, se divisan los ojos de un tercero que parece escudriñar el entorno del espectador. Al otro lado, vemos una jaula en la que se apelotonan un grupo de lo que parecen ser unos pinzones o jilgueros.

A mí, el cuadro, que quieren que les diga, me da mal rollo y, si añadimos al relato del mismo el triste detalle de que este niño falleció en 1792, solo tres o cuatro años después de ser retratado, estoy por asegurar que, con este cuadro, el periodista Iker Jiménez tendría tema para una noche de relatos en su programa Cuarto Milenio.

Muchos han sido los que se han atrevido a aventurar lo que Goya quería representar en su cuadro aunque siempre sea difícil saber lo que un pintor quiere decir en su obra. Se ha escrito que el cuadro representa los peligros que acechan a la niñez. Los gatos son el mal, lo diabólico. Los pájaros son el alma, la inocencia. También se ha supuesto al niño como un juguete más incorporado a los juguetes-mascota con los que él juega. Para otros es un ser preso, al igual que esos pajarillos, encerrado en la jaula de la sociedad en la que le ha tocado nacer. Incluso se ha llegado a considerar un cuadro premonitorio pensando en la temprana muerte de Manuel Osorio. Quizás, Goya, un padre al que se le morirían seis de los siete hijos que tuvo con su esposa Josefa Bayeu, fue un visionario de los males que se cernían sobre aquel chico de rojo, el "Red Boy" como le denominan los visitantes neoyorquinos del Metropolitan Museum, lugar donde se conserva este cuadro en la actualidad.

Cuenta el Metropolitan en la ficha de este lienzo que Manuel Osorio fue enterrado en el Convento de la Victoria, en Madrid. Este antiguo convento, fundado en 1561, estaba situado en un extremo de la Puerta del Sol, en la Carrera de San Jerónimo y fue demolido en 1836 con la desamortización de Mendizábal y desconozco donde fueron a parar los restos de Manuel Osorio. Tal vez algún lector informado nos pueda aportar el dato.

El retrato de Manuel Osorio Manrique de Zúñiga se conservó como propiedad de la familia Altamira hasta que, debido a problemas económicos, esta se vió obligada a vender el lienzo en 1870. Después de pasar por varias manos fue comprado hacia 1925 por el empresario y coleccionista americano, Jules Bache, que lo cedió a su muerte en 1944, junto con el resto de su colección, al Metropolitan Museum de Nueva York con la condición de que su hija, Kathryn Bache Miller, lo pudiera colgar cada año y durante unos días en el salón de su casa neoyorquina  en la que los selectos comensales invitados al evento cenarían una noche en compañía de ese otro invitado de rojo, el "Red Boy" español.


7 comentarios:

  1. Este cuadro sin duda tiene algo que no sabría explicar ya que incluida la pose del niño parece ficticia como envarado o forzado, algo que no cuadra con los otros cuadros de Goya en los cuales hay niños ya que suelen ser los protagonistas aunque ellos no sean el motivo centras del cuadro. Personalmente me encanta el de los duques de Osuna con sus cuatro hijos que por cierto si no ha leído el libro” Capricho” de Almudena de Arteaga en mi opinión es fantástico para comprender la pintura de Goya o más bien en qué momento se pintaron ciertos cuadros como la Maja me resulto muy interesante. Publique una entrada sobre el libro hace tiempo ya que lo encontré muy instructivo e interesante, ya que en él se aúnan dos de mis aficiones la historia y la pintura.
    Un cordial saludo.

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  2. Sí, tiene algo de macabro este cuadro.
    Un saludo.

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  3. Muy interesante todo lo que nos cuentas en esta entrada. Nunca me habría imaginado a Goya como accionista del germen del Banco de España. También a mi me parece más el retrato de un muñeco que de un niño. Tu dices que tiene la mirada perdida y a mi su mirada me recuerda la que tienen los ojos de cristal, una mirada vacía más que perdida. Una pena que el convento de la Victoria también fuera demolido, los españoles tendríamos mayor patrimonio artístico si a Mendizábal no le hubiera dado por desamortizar.
    Saludos

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  4. Siempre lo consideré extraño este cuadro, sinceramente nunca me he gustado, pero ahora sabiendo su historia aunque no haya cambiado de parecer le veo un poco distinto.
    Contigo se aprende mucha información, mira por donde Goya siendo accionista del banco.
    Un abrazo.

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  5. Aunque sea de Goya, este cuadro no me gusta nada de nada, me da repelús, como a ti, mira en eso coincidimos y eso que no sabía que el protagonista del cuadro había muerto.
    De todas formas siempre es un placer leerte.

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  6. Siempre me dio también muy mal rollo, como dices. El niño parece un muñeco, de cara pálida y pálida, antecesora de la muerte, de ojos profundos y serios. Su boca no esboza una sonrisa, propia de los niños. Y no sé qué pintan dos gatos salidos de la oscuridad del fondo hábidos de comerse una urraca-mascota.
    En todo caso la figura inspiró a los famosos arlequines de Picasso.
    Un saludo

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  7. He estado un rato contemplando al niño, el blanco de su piel que resplandece y se proyecta sobre la pared de detrás, como si fuera una aureola de santo. Me atrae esa mirada hipnótica de la criatura, podría servir para una novela de misterio en la que cada elemento del cuadro es una pista, sobre todo esa cantidad de ojos que se reparten entre los gatos, pájaros y niños. Me gustaría ver la pintura en vivo.

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