viernes, 22 de abril de 2016

Retrato de Emilie Flöge - Gustav Klimt




Muchas fueron las mujeres que pasaron fugazmente por la vida de Gustav Klimt. A la muerte del pintor, más de una decena de presuntos hijos suyos y nunca reconocidos por Klimt, reclamaron una parte de su herencia. A pesar de ello, Klimt pasó a la historia como un hombre solitario del que no se conocía más relación  diaria con el sexo femenino que la que mantenía con su madre y hermanas con las que viviría gran parte de su vida. Tan solo una mujer aparece en la vida de Klimt de forma continua y hasta su muerte sin que se haya podido determinar el tipo de relación que mantuvieron. Hablamos de Emilie Flöge, la mujer que aparece en cuadro que hoy visitamos.

Emilie Flöge nació en Viena el 30 de agosto de 1874. Hija de un artesano de la madera llamado Hermann Flöge, se sabe poco de su niñez y adolescencia a excepción de su afición por la costura, una actividad a la que estaban ligados su hermano Herman, un hombre que llegaría a director de una empresa textil, y sus otras dos hermanas, Pauline y Helene.

Emilie Flöge conocería a Klimt a raíz de la boda en 1891 de su hermana Helene Flöge con Ernst Klimt, un hermano, también pintor, de Gustav Klimt. Por esas fechas, Emilie tenía tan solo 17 años y Gustav 29 y a partir de ese momento se establecería una relación de amistad fomentada por las frecuentes visitas del pintor a la familia de los Flöge y de la que pronto aparecerá una muestra plasmada en el primer retrato que Gustav pintará de Emilie en 1891 y en el que ella aparece arreglada como para una fiesta o un baile, tocada con una vistosa diadema y ataviada con un elegante traje de encaje blanco.

Dos años después de su boda, Ernst Klimt fallecía con tan solo 28 años a causa de una pericarditis, dejando una joven viuda y una niña de meses llamada Helene, lo que haría que su hermano Gustav asumiera la protección y manutención de ambas y aumentase la relación con los Flöge, una relación que mantendría durante toda su vida.

No se sabe si llegaron a ser amantes, novios o simplemente unos buenos amigos pero la realidad es que Emilie y Gustav nunca vivieron, ni se les vio juntos con demasiada frecuencia a excepción de los meses de verano en los que acostumbraban pasar sus vacaciones, junto a Helene y su hija, en las cercanías del lago Attersee, en los Alpes austriacos. Sin embargo, se conserva una abundante muestra de la comunicación epistolar de Klimt hacia Emilie, gracias al descubrimiento en 1983 de más de 400 postales mandadas por Klimt, en la que se pone de manifiesto que el pintor le contaba todas las vivencias de sus viajes o sus estados de salud de forma casi continua llegando a mandar a Emilie hasta tres postales en un mismo día. Lo cierto es que nunca aparece en esos escritos nada que pudiera delatar un romance amoroso entre ambos. Sí se ha comprobado la relación o colaboración profesional que se estableció entre ambos una vez que Emilie empezó a despuntar en el campo del diseño y la alta costura.

Eso sería en 1904 cuando, tras unos años dedicadas a la confección y de ganar algún que otro premio en el mundo de la moda, las hermanas Flöge, con Emilie a la cabeza, abrieron un salón de modas llamado "Schwestern Flöge" (Hermanas Flöge) en la Mariahilfer Strasse, una de las principales calles comerciales de Viena y justo encima de la famosa cafetería "Casa Piccola".

El proyecto, auspiciado por Klimt en cuanto a las ideas modernistas que él impulsaba desde la Sezession y siguiendo las corrientes del Movimiento de Reforma que se extendían por toda Europa en cuanto a la renovación de la moda femenina acorde con los incipientes movimientos feministas, se lanzó sin escatimar detalle. La decoración de esa casa de modas se encargó a Josef Hoffmann y Koloman Moser, los dos decoradores fundadores de los Wiener Werkstätte (Talleres Vieneses) que también se encargarían de los diseños de sus telas y de la joyería. El interior de la tienda fue decorado todo en blanco y negro, se diseñó todo el mobiliario y se cubrió el piso con una moqueta de fieltro gris. Klimt confeccionó el logotipo de la firma y también algunos de los diseños de los vestidos que aparecían en el catalogo.

La apertura del salón fue un éxito. Las mujeres de la alta sociedad vienesa que eran retratadas por Klimt acabaron pasando y vistiéndose en el salón de las hermanas Flöge. Aquella moda que liberaba a las mujeres de los tradicionales corsés y de los molestos miriñaques que impedían andar y sentarse con libertad optando por vestidos amplios y cómodos, adornados con dibujos geométricos, representaba una revolución a la que aquellas mujeres se acercaban tímidamente pero con la decisión de iniciar el cambio en su forma de vestir. Damas tan importantes y acaudaladas como eran Hermine Gallia, Margaret Stonborough-Wittgenstein, Fritza Riedler, Eugenia Primavesi o Adele Bloch-Bauer fueron retratadas por Klimt llevando los vestidos diseñados por él y por Emilie. Afortunadamente, ademas de la iconografía procedente de la obra de Klimt en la que se puede apreciar el diseño de algunos de aquellos modelos, han llegado hasta nosotros muchas de las fotografías que se usaron para ilustrar los catálogos de la colección, en las que aparece Emilie Flöge luciendo esos modelos y joyas de los "Wiener Werkstätte", algunas de ellas regalos del propio Klimt. Gran parte de esas fotografías fueron tomadas en diversas ocasiones por el pintor. De hecho, en 1906, Emilie Flöge y Gustav Klimt llevaron a cabo una sesión fotográfica memorable, ella como modelo y el detrás de la cámara, una sesión que ha servido a algunos para darles el título de, primer modelo y primer fotógrafo de la moda, respectivamente. 

De los cuatro cuadros en los que Emilie posó para Klimt, el más famoso es el que hoy visitamos. Pintado en 1902, Emilie aparece en una pose de autentica modelo, mirando fijamente al espectador, con una mano apoyada en su cadera y vestida con un elegante y a la vez colorista traje adornado con infinitos dibujos geométricos. Un anticipo a los diseños que saldrían de su Salón dos años más tarde. 

Se cuenta que este retrato, muy influenciado por las estampas japonesas en las que aparecían mujeres elegantes vistiendo sus kimonos y que Klimt gustaba de coleccionar, no fue del agrado de Emilie y al parecer, este le habría prometido hacer otro pero nunca llegaría a pintarlo. Esta obra se expuso por primera vez en 1903, en la XVIII exhibición de la Sezession y en 1908 fue adquirida por el Kunsthistorisches Museum de Viena donde se puede contemplar.

La actividad de Emilie como empresaria y diseñadora de alta costura continuó hasta 1938, año en el que se produjo la invasión alemana a Austria lo que obligó a Emilie a cerrar su flamante salón pues las cosas habían cambiado y las clientas más distinguidas habían emigrado. Emilie se estableció con Helene en un apartamento en el número 39 de la Ungargasse, en el que, en los últimos días de la II Guerra Mundial, un incendio destruiría la colección de ropa de Emilie y además, muchos objetos de valor provenientes de la herencia de Klimt muerto en febrero de 1918.

Se cuenta que Gustav Klimt, poco antes de morir y medio paralizado por un derrame cerebral que había sufrido unos días antes, pidió que se avisase a Emilie para poder verla. Fue la única persona a la que mencionó en su lecho de muerte. Emilie heredaría la mitad de los bienes del pintor y la otra mitad se repartió entre la familia de Klimt.

Emilie nunca se casó. Murió en Viena el 26 de mayo de 1952 a los 78 años de edad. En 2006 se estrenó la película "Klimt" obra del director chileno Raoul Ruiz. El papel de Emilie Flöge fue interpretado por Verónica Ferres y el de Gustav Klimt por el actor estadounidense, John Malkovich.




8 comentarios:

  1. La personalidad de Klimt es sumamente interesante y también la de Emilie. El cuadro que nos traes hoy es una maravilla y conocer su historia es un valor añadido. Gracias.
    saludos

    ResponderEliminar
  2. Una amistad profunda de la cual se enlazó unos lazos profesionales de gran éxito y a la vez revolucionarios en el plan de la moda.
    Me ha gustado tu entrada, que pases un feliz fin de semana.

    ResponderEliminar
  3. Ese azul tiene el poder de la emoción que sentía Klimt por Emilie. Es lo que me transmite el resplandor que emite la pintura, al menos así me lo parece.

    ResponderEliminar
  4. Que placer volver a leer tus entradas. Saludos.

    ResponderEliminar
  5. Ah, pues creí haber publicado un comentario ya. Decía que me gustan estas entradas, pues no sólo conocemos detalles de los autores, sino de los personajes retratados, que son en realidad el alma de los cuadros.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. Me alegra poder leerte de nuevo. Tus historias desde el otro lado del cuadro siempre son apasionantes. No me apasiona, especialmente la pintura de Klimt, tal vez por el empacho de reproducciones que se han hecho de su obra. Aunque tengo que confesarte que ese azul me vuelve loca y le da una fuerza impresionante a la obra. Sólo un gran maestro es capaz de conseguir un azul así en pintura.
    También he de confesar que no he visto la película y habrá que remediarlo cuanto antes.
    Un placer poder leerte.
    Gracias y un abrazo, amigo Presley

    ResponderEliminar
  7. Un placer leerte de nuevo, amigo Presley. Un abrazo.

    ResponderEliminar