Ángel Zárraga Argüelles (1886-1946) fue un pintor mejicano descendiente de una acomodada familia criolla con ascendientes vascos y cuya mayor producción y actividad artística se desarrolló prácticamente en París, ciudad en la que fijaría su residencia en 1911 con tan solo 25 años y después de haber viajado por las ciudades más importantes de Europa completando sus estudios y visionando la obra de los grandes maestros existente en los principales museos de dichas ciudades. Contemporáneo de los grandes muralistas mejicanos como José Clemente Orozco, David Alfaro Siquieros y Diego Rivera, se le considera perteneciente a la llamada Escuela Mexicana de Pintura.
Previo a su asentamiento en París, Zárraga viaja a España en 1905 y prácticamente recién llegado de México, se inscribe en el taller del pintor Ignacio Zuloaga con él que estudiará durante tres años pasando después al de Sorolla y empapándose a la vez de la obra de El Greco, Tiziano, Goya y Velázquez expuesta en el Museo del Prado. De esta época nacerá su primera producción pictórica que se puede encuadrar dentro de un realismo costumbrista español y en la que se aprecia la influencia de su maestro Zuloaga.
En el cuadro que hoy visitamos, "La femme et le pantin" (La mujer y el pelele), un cuadro pintado en 1909 finalizada ya la etapa de aprendizaje en España, se percibe ese realismo costumbrista del que estamos hablando aunque son muchos los críticos que han etiquetado esta obra dentro del decadentismo, un movimiento difícil de definir surgido en Francia a finales del siglo XIX y extendido por toda Europa como una rebelión contra todo lo establecido y una especie de puerta de entrada a la modernidad del pensamiento.
Costumbrismo o decadentismo, lo cierto es que Zárraga da a su cuadro el mismo título que la novela del belga Pierre Louÿs, un escritor considerado uno de los grandes clásicos de la narrativa erótica del siglo XIX, por lo cual, se deduce que Zárraga quiso plasmar en un lienzo la impresión pictórica que le había producido la lectura de ese libro editado unos años antes, en 1898. En dicha novela, cuya acción transcurre en Sevilla, Pierre Louÿs narra el sufrimiento de Mateo, un hidalgo español prendado de los encantos de Conchita, una bella y pérfida andaluza que juega constantemente con él prometiéndole su cuerpo que le negará llegado el momento continuando ese juego día tras día durante más de dos años, convirtiéndole así en una marioneta, en un pelele que ella manejará a su antojo. La obra no tiene principio ni final propiamente dichos y es narrada por el torturado Mateo a un tal André Stévenol, un francés que pasa unos días en Sevilla y que también ha conocido de manera fortuita a la tal Conchita.
Zárraga representa en su cuadro a una bellísima Conchita, desnuda, con una especie de velo rodeando su cuello y con un mantón de manila que cuelga de sus antebrazos y que le da ese aire de andaluza que nos recordará los desnudos retratados por Zuloaga y hasta los del mismísimo Romero de Torres. De su cuello pende un colgante que parece la efigie de una calavera y con sus dedos, repletos de anillos, sujeta los hilos de los que cuelga ese pelele con aspecto de payaso afeminado, vestido con una gola de puntillas y una bata rosa floreada y en cuyo rostro se confunden el dolor y la irritación. La acción transcurre delante de un paisaje dominado por unos siniestros cipreses que dejan ver al fondo un valle con un pequeño pueblo como si de una serranía andaluza se tratase.
Todo el drama representado gira en torno al tema de la "femme fatale", de esa nueva mujer que la modernidad de finales del siglo XIX y principios del XX trae a la escena con gran preocupación por parte del hombre que observa su avance y la representa en la literatura o en el arte como una peligrosa y diabólica enemiga. Baudelaire en su poemario "Las flores del mal" ya avisa de los peligros de la nueva mujer y el propio Valle Inclán escribe en "La cara de Dios": "La mujer fatal es la que se ve una vez y se recuerda siempre. Esas mujeres son desastres de los cuales quedan siempre vestigios en el cuerpo y en el alma. Hay hombres que se matan por ellas; otros que se extravían"
El tema y el título de la obra de Zárraga y la del mismo Pierre Louÿs tienen su antecedente en la obra del pintor Felicien Rops que ya realizó un trabajo similar al de Zárraga en sus acuarelas "La Dame au Pantin" (ver) con las que ilustró el libro de Octave Uzanne "Son Altesse la femme" y en las que también aparece una mujer semidesnuda sujetando en una de sus manos a un pequeño pelele desventrado y ensangrentado mientras que con la otra aprieta un puñal. El propio Francisco de Goya se adelantaría a todos cuando en 1791 pinta "El pelele" (ver) un lienzo en el que cuatro jóvenes mujeres disfrutan manteando un muñeco -un hombre?- como símbolo del poder de la mujer sobre el hombre.
El tema de la femme fatale ha sido llevado también al cine en numerosas ocasiones. El director Josef von Sternberg lo trató en 1935 en su "The Devil is a Woman" interpretada por Marlene Dietrich y Julien Duvivier lo retomaría en 1959 en "La femme et le pantin" dándole el papel de mujer fatal a Brigitte Bardot. También los españoles Luis Buñuel y Mario Camus tratarían el tema en "Ese oscuro objeto de deseo" (1977), con Ángela Molina y Fernando Rey y en "La mujer y el pelele" (1990) con Maribel Verdú respectivamente.
El cuadro de Angel Zárraga es propiedad del empresario y coleccionista de origen argentino afincado en México, Andrés Blaisten. La Colección Andrés Blastein se puede visionar en el Museo virtual de dicha Colección.
Puedes ver algo más sobre la obra de Angel Zárraga pulsando aquí.
Aunque no me gusta la obra, me han gustado tus explicaciones.
ResponderEliminarQue empieces una buena semana.
La obra no es de mi gusto, pero aún así me ha encantado lo descrito en el texto ya que no deja de ser interesante su contenido. Gracias por compartir.
ResponderEliminarFeliz semana.
Qué fantasía más persistente la de la femme fatale, y desde luego, muy productiva pues ha generado muchísima literatura. Te leía y me acordaba de la famosa novela la venus de las pieles de Sacher -Masoch obra a la que Freud le dio un buen repaso. Esta pintura que presentas me da repelús, sobre todo por la mano crispada y deformada del pelele. Una cosa fea en su conjunto, como esos payasos tristes que -me-horrorizan.
ResponderEliminarUn abrazo
Zuloaga, Romero de Torres, Rousseau, Gutiérrez Solana. De todos ellos parece beber el artista para configurar esta historia con aires mitológicos, pues no en vano el relato se repite en círculos, sin tener principio ni fin, como el de Sísifo cargando la piedra o Prometeo con su hígado devorado. En todo caso parece repetirse también el cuento de la bella y la bestia, aunque en este caso se trocan los papeles.
ResponderEliminarUn saludo
Cuánto da de si el tema de la mujer faltal, asunto casi obsesivo, lo que no es de extrañar a tenor de las muy atinadas palabras de Valle Inclán.
ResponderEliminarUn magnífico articulo.
Un abrazo.
Eros tanatos sempre
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