Cuentan que el artista francés, el "nabis" Pierre Bonnard (1867-1947) conoció a Maríe Boursin cuando ella bajaba de un tren en la estación de París aunque otros afirman que fue al cruzar el bulevar Haussmann.
Quitando el aspecto novelesco del momento del conocimiento, parece que es verdad que el flechazo existió y que aquel encuentro, fuera donde fuese, marcaría la vida del pintor y gran parte de su obra.
Cuando Bonnard conoce a Marie Boursin en 1890 ella trabajaba en París como costurera en una tienda que vendía flores artificiales para funerales y se hacía llamar Marthe de Meligny, al parecer, por aparentar una posición o cuna más alta que la de su procedencia. Bonnard le pidió que posase para él y Marie Boursin se convirtió a partir de ese momento en la modelo exclusiva de Bonnard y también en su compañera para toda la vida.
Se calcula que Bonnard retrató a Marie Boursin en más de 400 obras a lo largo de su vida hasta que ella falleció en 1942. La imagen de Marie Boursin es una constante en la obra de Bonnard. Ella aparece como una figura lejana en el jardin, dando de comer a su perro, en la bañera, durante su aseo personal, ordenando la casa, etc. Un detalle singular de estos retratos es que el tiempo no parece pasar a lo largo de los años a los ojos de Bonnard que la retratará siempre joven, como si su cuerpo no hubiera envejecido y siempre tuviera los mismos 20 años que cuando la conoció. De Bonnard se ha dicho que "no pintaba de la vida, solo de la memoria" y es cierto que el retenía las imágenes siendo capaz de volcarlas más tarde en el lienzo a pesar del paso del tiempo. Pocas veces pintó del natural o el momento siendo esta una actividad que el siempre odiaría profundamente.
Hacia 1918 Bonnard conoce a Renée Monchaty, una veinteañera que por esas fechas era la amante del pintor americano Harry Lachman quedando impresionado por la figura clásica y escultural de esa mujer a la que pide que pose para él. Dos años más tarde Monchaty se habrá convertido en la amante de Bonnard con el que mantendrá una secreta relación aunque esto no sea óbice para que llegue a trabar una cierta amistad con Marie Boursin.
La relación entre Bonnard y Monchaty se iría estrechando cada vez más hasta el extremo de pasar unas semanas juntos en Roma y de presentarle Renée a su padres para que Bonnard les pudiera pedir permiso para casarse con ella aunque, llegado el momento de la verdad, Bonnard reconocería que era incapaz de abandonar a Marie Boursin después de más de treinta años de relación. El 15 de agosto de 1925 Bonnard se casaba con Marie y unos días después, el 9 de septiembre, Renée Monchaty se suicidaba en París de un tiro en la sien.
En el cuadro que hoy visitamos, "Jeunes femmes au jardin" Bonnard retrata en el jardín de su casa en Le Cannet a las dos mujeres que formaban parte de su vida. La joven rubia que ocupa el centro del lienzo sonriendo al espectador, - a Bonnard - mientras descansa sentada ante una mesa en la que aparecen unos platos con frutas es Renée Monchaty. En la esquina inferior derecha, separada de Monchaty por el respaldo de la silla de mimbre en la que está sentada esta, vemos el perfil de Marie Boursin que entra casi como una aparición molesta dentro de la estructura y el drama del cuadro.
Este lienzo fue comenzado en 1924 cuando ambas mujeres mantenían una cierta relación de cordialidad aunque a Marie Boursin no le hiciese mucha gracia el que Bonnard retratase a Monchaty pues los celos, provocados por la sospecha de una posible relación entre ambos, le hacían rechazar cada vez más la posible confraternización con aquella mujer. Cuando Monchaty se suicida unos meses después de comenzado el cuadro Bonnard interrumpiría su obra conservando el lienzo a pesar de los deseos de Marie Boursin de que lo destruyese. Sería en 1945, veinte años después de comenzado, cuando Bonnard, reanudaría y terminaría este cuadro a raíz de la muerte de Marie Boursin a causa de una laringitis tuberculosa. En él, ambas mujeres aparecen en su plena juventud, igual que cuando ambas tenían veinte años. Bonnard extrae las imágenes del recuerdo que él guarda de ambas mujeres, como si de una fotografía se tratase, inmortalizándolas como a él le habían enamorado.
Cuentan que Bonnard nunca volvió a abrir la puerta de la habitación en la que había muerto Marie.
También cuentan que René Monchaty se suicidó de un disparo de revolver en la sien dentro de una bañera sobre la que flotaban pétalos de flores amarillas y que al lado de la bañera había una mesa con un libro abierto y un jarrón con rosas también amarillas. Sobre esta realidad o leyenda Andrea Kuchlewska escribió un monólogo teatral llamado "Human Fruit Bowl" basado en la relación del pintor con su amante y que fue estrenado en 2012 con gran éxito de crítica y público.
La obra de Bonnard será siempre contemplada con otra mirada distinta a la simple observación del cuadro. Detrás de cada cuadro hay un trozo de la historia de su vida, una vida congelada en algún momento de la misma.
Este cuadro pertenece a un coleccionista privado. Si quieres ver algo más de la obra de Pierre Bonnard pulsa aquí.
Pues el flechazo existió par su bien ya que fue una buena compañera y a la vez su modelo consiguiendo sacar buenas obras con ella. Él la veía con los buenos ojos del amor, que bonito romance, aunque conocía algunas de sus obras ignoraba toda la historia, triste por el suicidio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una relación triangular de amor y celos nunca trae consecuencias positivas y en este caso esta máxima se cumplió, por un lado por el suicidio de una de sus amantes; por el otro por la fatalidad de la muerte casual, en este caso por enfermedad, de la otra. Lo que hay detrás de los lienzos nos impacta tanto como lo que se presenta ante nuestros ojos. Sin ese telón de fondo es posible entender el cuadro, pero no adentrarnos en la mente y la vida del artista que lo concibió.
ResponderEliminarUn saludo
Un pelín obsesivo era el pintor. Esta pintura, con su primer plano y el escorzo de la segunda mujer, era una buena representación de la importancia que tenían para él ambas mujeres. Me gustan los colores tan pimpantes.
ResponderEliminarSaludos
Qué duda cabe que Marie Boursin fue su auténtica musa. Esos cuatrocientos cuadros en los que fue retratada de un modo u otro así lo demuestra.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas: cuánto habrá disfrutado su nieto con la leyenda del caimán del Patriarca.
Un saludo.
No lo miraba muy convenciso. Yo creo que lo encontraba demasiado negro. Espero que cuentes algún día con tu fluída prosa la historia (o las historias) del saurio valenciano. Un saludo.
EliminarHe estado fuera unos días,
EliminarSí, en la entrada sobre mis viajes en tercera persona, Valencia, la cuento, incluso subí una foto del zaguán con el caimán en la pared, cual salamanquesa reptando por ella.
Un saludo.
Me parece flipante la sensación de relieve cuando te alejas del cuadro. Di al aquí rosa y lo estuve observando. Manchas que se convierten en relieves. Magia.
ResponderEliminarInteresante historia la que hoy nos muestra no tenía conocimiento de ella. Gracias por compartirla con los que no sabemos. Me ha gustado, siempre es positivo asomarse a la ventana de lo que desconocemos para mirar los cuadros con otros ojos.
ResponderEliminarFeliz Semana Santa, espero que estos días de vacaciones le dé ánimos para seguir compartiendo sus conocimientos. Un cordial saludo.
Me pongo al día de tus entradas, a cual mas interesante. Me quedo con el cuadro de Degas y la historia de este que nos traes hoy. Siempre un placer descubrirlo de tu mano. Feliz semana de pasión.
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