"Pintó con sangre coagulada, la piel reseca de sus momias, vino tinto y hollín de las calderas del asfalto, donde se calientan los miserables en las noches heladas del invierno, creando esa materia tan solanesca y tan inconfundible que no encuentran los falsificadores. Pintó las tapias de las plazas de toros pueblerinas, el aire espeso y maloliente de grasas requemadas de las tabernas y el más espeso vaho de la sangre de toros y caballos desventrados en la arena. Plato fuerte y espeluznante pintado por Solana, tan personal y tan permanente en la pintura española"
Con estas letras, parte de un artículo escrito por el pintor Vazquez Diaz y leído por él mismo en una velada necrológica que la tertulia de Pombo celebró en julio de 1945 en memoria de José Gutierrez Solana, fallecido en junio de ese mismo año, Vazquez Diaz aportaba un apunte casi poético para el conocimiento de lo que había sido la pintura de este cruel visionario de una España profunda y negra en la que los fantasmas de su niñez aparecen en sus lienzos convertidos en esqueletos, máscaras, maniquíes y fetos conservados en alcohol o en negros personajes asistentes a duelos y tétricas procesiones.
Se ha dicho que los traumas sufridos por Solana en su niñez habrían podido contribuir a configurar su extraña y morbosa producción. Así, se sabe que a sus cinco años quedó fuertemente impresionado al ver morir a su hermana María de las Glorias un día de Navidad. Un año más tarde, el Domingo de Carnaval, justo cuando él se encontraba solo en casa, vería irrumpir en el comedor de su casa un par de las llamadas "destrozonas", unas máscaras vestidas con ropas de mujer, rotas y astrosas, que le pegarían seguramente un susto de muerte. También, la temprana muerte de su padre y el contemplar como su hermano Luis y su propia madre se iban volviendo locos poco a poco, debieron afectar de alguna manera su joven cerebro provocando que la muerte se convirtiese en su compañera inseparable y una constante en su obra tanto literaria como pictórica.
La primera vez que contemplé este cuadro que hoy vemos, "El osario", seguramente en algún catálogo o en alguna monografía y hace ya mucho tiempo, pensé en lo retorcida que debía ser la mente de este pintor para imaginar una escena tan macabra, con esos muertos momificados colocados en estanterías o colgados de la pared secándose al aire mientras tres monjes apañaban a otra de las momias componiéndole el sudario y colocándole, como se pueda, la cruz en una de sus resecas y huesudas manos.
Tenían que pasar bastantes años de esa mi primera visión de este cuadro hasta que, hace unos pocos, durante un viaje por Sicilia y en uno de los pateos consabidos por la ciudad de Palermo, entramos a visitar las Catacumbas de los Capuchinos, un antiguo cementerio situado en un convento de esta Orden y que se remonta a finales del siglo XVI, cuando el aumento del número de frailes hizo indispensable diseñar unos nuevos espacios para ubicar los féretros de los fallecidos a lo largo de las paredes de unos pasillos abovedados. Con el paso del tiempo, se concedió autorización para que pudieran ser enterrados allí todos los que fueran benefactores de los frailes con lo que, en ese lugar, fueron enterrados o embalsamados cientos de hombres, mujeres y niños que ocupan largas estanterías o se ubican de pié y amarrados a las paredes de esos oscuros pasillos. Recuerdo que mi primera impresión fue la del recuerdo del cuadro de Solana y la sensación del "dejá vu", de haber visto aquello en otro tiempo, en otra dimensión.
La visita no es grata, es tal vez curiosa pero, se hace con prisa, deseando salir de aquellos sótanos fríos en los que pareces ser tu el observado desde el otro lado del cuadro. La pieza más valiosa y que figura en la portada del folleto que te regalan a la entrada es la de una niña embalsamada que, colocada en una urna de cristal, parece estar dulcemente dormida, una tal Rosalía Lombardo que yace aquí desde 1920, a la vista de todos los visitantes e igual que en un cuadro de Solana.
A la vuelta de Palermo busqué algo de información sobre el cuadro "El osario" y descubrí que Solana se había inspirado en una fotografía del famoso Cementerio de los Capuchinos de Palermo la cual había llegado a sus manos a través de algún periódico o revista de la época.
Realmente y desgraciadamente, Solana no había sido un retorcido inventor de una macabra escena. La realidad estaba en Palermo.
Es digno de servir como reclamo de película truculenta y, sobre todo, muy apropiado para crear un trauma gordo a las incautas criaturas, niños y adultos de corazón sensible que contemplen tamaña carga de feísmo y mal gusto.
ResponderEliminarQue siga en la Fundación y si es posible con cortinilla para que lo vean los avisados.
El cuadro de Solana resulta bastante tétrico y ese articulo de Vazquez Diaz me ha puesto la carne de gallina. Muy traumática debió ser su infancia para inspirar tales escenas.
ResponderEliminarSaludos Presley
Un realismo del que se refleja lo trágico vivido de un pasado que era normal en su tiempo.
ResponderEliminarHay que decir que la obra es buena.
Un abrazo.
Que interesante la historia sobre un pintor que desconozco hoy mismo buscaré sus obras ya que he quedado sorprendida por la obra no por el relato de las catacumbas que en este caso ya conocía pues leí un libro en el cual se hablaba de ellas y su forma de enterrar que ahora no sé pero creo que era algo común en este tipo de lugares. Me ha gustado mucho la entrada.
ResponderEliminarUn cordial saludo y gracias por compartir ya que así nos enriquecemos todos.
He visitado alguno de estos osarios y el horror rezuma sus paredes. El trabajo de quienes los cuidaban debía ser tan duro como místico al aceptar, en toda su extensión a La Muerte. Has realizado una visión excepcional de este cuadro y sus connotaciones peculiares. Mi enhorabuena.
ResponderEliminarUn abrazo, elpresley
Interesante el relato de tan tristes vicisitudes que nos ayudan a entender mejor la personalidad de este pintor de obra triste. Buen trabajo. Un saludo.
ResponderEliminarInconfundible el estilo de Gutiérrez Solana. No es este cuadro suyo el único de tintes macabros, que si no es original en el tema según leo, sí que lo es su estilo. Es posible que sin querer, las vivencias traumáticas acaben conformando la forma de ver y enseñar el mundo.
ResponderEliminarUn saludo.