Hace ya tiempo que ando trabajando en una ingente recopilación de datos sobre las musas y modelos que han existido en el mundo del arte, llámese este pintura, escultura o fotografía y cada vez que me tropiezo con esta niña que mira a ninguna parte con esos grandes ojos del mismo color que su vestido y que los lazos que adornan su pelo, tengo que hacer un enorme esfuerzo para no incluirla dentro de esa carpeta que tengo ya repleta de datos de las vidas, de las penas y alegrías, de los amores y desengaños y sobre todo, de las horas de cansancio, de todas esas modelos, musas a veces y en muchos casos también compañeras o amantes y que tantas veces posaron para que las manos mágicas de todos esos pintores, escultores y fotógrafos que en el mundo han sido, las perpetuasen como objeto destinado a la mirada curiosa de siguientes generaciones.
Digo esto porque, para mí, Margarita fue una auténtica modelo desde su más tierna infancia posando para diversos pintores que nos han dejado al menos diez o doce retratos de ella realizados a lo largo de su corta vida, primero como Infanta de España y más tarde como Emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico.
Tenía solamente tres años cuando en 1654 ya la retrataría Velázquez de pie, vestida con un vistoso traje rosa brocado en plata y adornado con unos encajes negros en los puños y el cuello, sujetando en su mano izquierda un abanico y apoyando la derecha sobre una mesa recubierta con un paño azul. El cuadro era el primero de los que encargaría su padre, Felipe IV, a instancias del emperador Fernando III, con el fin de mandarlos a la Corte vienesa y que el emperador pudiera ir siguiendo la evolución de aquella niña, la Infanta Margarita, prometida casi desde antes de nacer a su hijo, el príncipe Leopoldo, futuro heredero del trono austríaco de los Habsburgo. De este cuadro (ver), conservado en el Kunsthistorisches Museum de Viena existe una copia (ver) que pertenece a la Fundación Casa de Alba de Madrid y del que existen dudas sobre la autoría de Velázquez pensándose en que pueda ser una copia del pintor Juan Bautista Martinez del Mazo, el gran pintor y ayudante de Velázquez y que sería nombrado pintor de cámara a la muerte de este último. En esta copia no aparece el florero que reposa sobre la mesa y que figura en el mandado a Viena.
De esas mismas fechas hay un retrato de medio cuerpo de la Infanta Margarita (ver) atribuido a Velázquez o a su taller y que se conserva en el Musée du Louvre, París. En él, la Infanta posa con un vestido blanco-plata con encajes negros y varios lazos color salmón así como con otro del mismo color en el pelo. De pequeñas dimensiones, se puede apreciar en la parte superior del lienzo la huella del nombre de la infanta que estaba añadido antiguamente en letras de oro y que fue retirado tras una reciente restauración.
En 1656 pinta Velázquez su famoso cuadro "Las meninas" en el que Margarita aparece acompañada por sus damas o "meninas", María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, así como por los enanos, Mary Bárbola y Nicolás de Pertusato. La infanta luce un vestido de raso blanco, provisto ya de guardainfante y adornado con unas tiras de color negro en mangas y cuello así como con unos lazos rojos en los puños y en el pecho y que hacen juego con el del pelo y con el pequeño búcaro o taza que le ofrece una de sus damas.
También ese año Velázquez la vuelve a retratar en "La infanta Margarita" con el mismo traje con el que había posado para "Las merinas" y a excepción de pequeños cambios como el del broche que lleva en el pecho o el peinado que luce, modelado a base de tirabuzones, a diferencia del liso que muestra en "Las meninas". Este cuadro marchará también para Viena donde ahora se conserva en el Kunsthistorisches Museum. En esas fechas la infanta tenía solamente cinco años.
Será en 1659 cuando Velázquez la retrate en el cuadro que hoy traemos al blog, "La infanta Margarita en traje azul y oro" título que se le dió en la exposición sobre la familia de Felipe IV y que organizó el Museo del Prado a finales de 2013. En este cuadro, los azules cobalto del vestido así como el oro que lo adorna, despliegan una gama infinita de tonalidades según los bombardea ese rayo de luz cenital que ilumina el rostro de la Infanta Margarita que, ya con ocho años, posa como una modelo profesional, aguantando ese traje, seguramente odioso, provisto de un pesado y voluminoso guardainfante, ese armazón que, hecho a base de aros de alambre y cintas servía para ahuecar la basquiña o última falda que cubría estos armatostes, así como, para disimular el estado de gestación de algunas féminas no deseosas de que se conociese el mismo, de ahí su nombre. Su mano izquierda sujeta, según cuentan los entendidos, una estola de marta cibelina mientras que de la derecha cuelga lo que parece ser un pequeño bolso de tela. Al fondo, se puede ver un escritorio sobre el que brilla, por efecto de la luz, un león dorado, el símbolo del poder monárquico, de la fuerza y el valor. Este cuadro lo mandaría también Felipe IV al ya emperador Leopoldo I que, por esas fechas, tenía los 19 años cumplidos, once más que la Infanta. También se conserva este cuadro en el Kunsthistorisches Museum, donde se redescubrió en 1923, guardado en sus almacenes y reducido al formato de óvalo, probablemente durante el siglo XVIII. Una cuidadosa restauración, realizada en 1953 devolvió la pintura a sus dimensiones originales. Juan Bautista Martinez del Mazo realizaría también, en 1659, una copia idéntica al cuadro de Velázquez pero cambiando los tonos azules por verdes. Ese cuadro denominado "La infanta Margarita en traje verde" (Ver), se conserva actualmente en el Szépművészeti Múzeum de Budapest.
Al morir Velázquez en 1660, poco después de retratar a la infanta con su traje azul, sería Martinez del Mazo el que tomaría el encargo de seguir pintando a la familia real por designación de Felipe IV. Así, sobre 1663, este pintor hace dos versiones del llamado "La infanta Margarita en traje rosa" una de las cuales, atribuida antiguamente a Velázquez, (Ver) se quedaría en España pudiéndose contemplar actualmente en el Museo del Prado mandándose la otra versión, algo más reducida, (Ver) a Viena, conservándose esta en la actualidad en el Kunsthistorisches Museum.
El rey Felipe IV fallece en el mes de septiembre de 1665 y será durante el periodo comprendido entre esta fecha y la boda de la infanta, en diciembre de 1666, cuando Martinez del Mazo la retrate nuevamente (Ver), esta vez en una de las grandes salas del Real Alcázar madrileño, de pie y vestida de negro riguroso en señal de luto por la muerte de su padre. Al fondo, en lo que parece ser una sala contigua, se divisan las figuras del pequeño Carlos II que luce en el pecho el Toison de Oro y a su lado, la de la enana Mary Bárbola, escoltados ambos por dos personas que se cree corresponderían a una dueña y un ama al servicio de la Corte. Este cuadro pertenece a la colección del Museo del Prado donde puede contemplarse y es una de las últimas obras de Martínez del Mazo quien moriría un año después, en 1667.
Con solo quince años, la infanta Margarita se convertiría en la emperatriz consorte tras su boda en 1666 con su tío y prometido, Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde la muerte en 1657 de su padre, Fernando III. Su vida no sería feliz en aquella corte vienesa principalmente debido a su mala salud que se iría agravando con los cuatro embarazos que tuvo en sus seis años de casada y de los que solo uno de los hijos sobreviviría.
La emperatriz Margarita falleció en Viena el 12 de marzo de 1673, a los 21 años de edad, durante el parto de su cuarta hija. Sus restos reposan en la Cripta de los Capuchinos de Viena.
Aparte de los retratos citados, Margarita también posaría durante los años que vivió en la Corte vienesa para distintos pintores. El pintor flamenco Jan Thomas la pintaría en 1667 en "La emperatriz Margarita vestida con traje de teatro" (Kunsthistorisches Museum), Carreño de Miranda en 1670, Gerard Du Chateau en 1666 (Ver), (Kunsthistorisches Museum), el pintor alemán favorito de Leopoldo I, Benjamin Von Block en 1671 en "La emperatriz Margarita con su hija María-Antonia" y seguramente, alguno más que se me escapa.
Con este curriculum a sus espaldas, justo es que a la infanta y emperatriz Margarita le añadamos otro título más, el de modelo y musa en la segunda mitad del siglo XVII. Se lo merece.
Si has conseguido llegar hasta aquí, te recomiendo que veas este vídeo que recorre cronológicamente la iconografía sobre la infanta Margarita, más o menos según lo aquí contado.
Una buena colección de cuadros para que el futuro marido supiera la evolución de su futura esposa.
ResponderEliminarGracias por compartirlo
Comprendo que no podías pasar sin hacer una publicación pues a mi siempre me ha cautivado su serenidad y sus vestidos en cada cuadro, muy buenos enlaces de los que me has hecho disfrutar de cuadros no vistos de ella.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha hecho reflexionar tu entrada. En la idea estereotipada que tengo de la relación modelo-pintor, siempre he pensado que las modelos estaban al servicio del pintor pero, que los pintores de cámara de los palacios estaban al servicio de los reyes y príncipes. Nunca me había imaginado a la infanta Margarita como una modelo y sin duda lo es. Me ha resultado muy interesante dar un paseo por los cuadros que de ella nos muestras y tus explicaciones sobre los trajes. Tus relatos son tan didácticos que resultan un auténtico regalo. ! Ni se te ocurra desaparecer !.
ResponderEliminarUn abrazo
Una auténtica top model del S XVII, Sin restar méritos a Martinez del Mazo y su infanta de verde, no hay como la de azul de Velázquez.
ResponderEliminarUn saludo.
Me encanta este cuadro el verano pasado estuve en Viena y el museo me lo patee sin prisa cosa necesaria ya que es de los museos más bellos que he visitado incluida la cafetería donde te tomas un café deleitándote con los detalles de esta bella estancia. Por supuesto que los cuadros de Velázquez recuerdo que los tenían en un apartado muy destacado y este cuadro en particular su belleza te fascina. Muchas gracias por compartir e ilustrar.
ResponderEliminarUn cordial saludo.