En la entrada del último día comentaba que entre los muchos pintores que retrataron a Helena Rubinstein figuraba un pintor llamado William Dobell el cual había realizado al menos siete retratos de ella.
Wiliam Dobell, (1899- 1970), considerado como uno de los mejores pintores australianos del siglo XX, se inició en la Escuela de Arte de Sydney para marchar después a Londres en 1929 gracias a la concesión de una beca por dos años. Agotada la beca, continuó en Londres casi una década pintando, estudiando, impregnándose de la pintura europea y sobreviviendo, en plena Depresión, gracias a pequeños trabajos consistentes en la realización de carteles, anuncios o ilustraciones para revistas. Se cuenta, humorísticamente, que era tal su escasez de recursos que para disimular los agujeros de sus calcetines se pintaba las piernas con el mismo color de estos.
En 1938, con motivo de la muerte de su padre y la inminencia de la II Guerra Mundial, vuelve a Australia donde realiza una serie sobre la guerra, especializándose después en las escenas cotidianas y posteriormente en el retrato, todo ello con un estilo propio, muy personal y dentro de una pintura que se puede calificar de expresionista.
Sus personajes son figuras estilizadas, de miembros alargados y con los rasgos exageradamente marcados, estilo no demasiado admitido por algunos y que le supuso hasta una denuncia con motivo del retrato que hizo al pintor Josué Smith, retrato que le reportaría el famoso Premio Archivald en 1943 pero que fue objeto de demanda por la familia del retratado por considerar que aquello no era un retrato sino una caricatura.
La idea de la pintura de Dobell está en sus propias palabras: "Se podría decir que estoy tratando de crear algo en vez de copiar algo cuando me pongo a pintar un retrato. Para mí, un artista sincero no es alguien que intenta copiar fielmente en un lienzo lo que está delante de él, sino alguien que trata de crear algo que sea un ser vivo en sí mismo independientemente de la materia."
Esa filosofía empleó en el cuadro que hoy vemos y que está considerado como su mejor obra, el retrato de Mary Gilmore.
Mary Gilmore, (1865-1962), de soltera Mary Jean Cameron fue una gran escritora, poeta y periodista australiana así como una reconocida activista y defensora de los derechos de la mujer trabajadora, de los niños y de los grupos indígenas australianos.
Casada con William Gilmore y considerada un icono nacional fue nombrada en 1937 Dama de la Orden del Imperio Británico convirtiéndose en Dame Mary Gilmore, la primera persona a la que se le concedía este premio por servicios a la literatura.
Con motivo de su noventa cumpleaños, la Sociedad de la Reserva Australiana encargó a William Dobell un retrato de Mary Gilmore como regalo de cumpleaños. Dobell, como era habitual en él, hizo numerosos estudios y apuntes preparatorios de Mary Gilmore y que culminaron en el cuadro que vemos.
La escritora, al contemplar su retrato y en contra de lo que algunos temían, dirigiéndose a un importante crítico de arte que también estaba presente, exclamó: "Dobell es un gran pintor. En este cuadro he visto los ojos de mi padre mirándome. Un retrato que no muestre los ancestros de uno no es un retrato, es una simple fotografía. Esta pintura seguirá llevando mi identidad cuando mi propio trabajo sea olvidado."
William Dobell y Mary Gilmore pertenecen al imaginario australiano y su recuerdo está en el bolsillo de los australianos desde 1993 en que se lanzó el billete de diez dólares australianos en el que aparecen la cara de Mary Gilmore, tomada de una antigua fotografía de cuando ella tenía solamente 20 años y un grabado basado en el retrato de Dobell.
En 2002 se estrenó en Queensland la obra teatral de Bille Brown, "Bill y Mary", basada en la relación surgida entre el pintor y la nonagenaria durante aquellas largas sesiones en la que Mary Gilmore consiguió transmitir sus ancestros a la paleta de Willian Dobel.
Este cuadro pintado en 1957, fue donado en 1960 por Mary Gilmore a la Art Gallery of New South Wales
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Sydney, Australia donde se conserva.
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