Bueno, la última y nos vamos - dijo - mientras se encaminaban hacia el que debía ser el único bar de Minneapolis todavía abierto a esas horas ya cercanas al amanecer.
Le encantaba reunirse alguna vez de tarde en tarde con sus amigos de toda la vida y pasar la noche sin hacer otra cosa más que beber y reírse recordando viejas historias de su adolescencia. Volvía a casa liberado, como depurado interiormente.
Sabía que, igual que otras veces, ella se despertaría cuando él se acostase y la oiría repetir eso de: - todos los hombres tenéis algo de homosexuales. Luego, aunque enfurruñada, aceptaría hacer el amor con él antes de volverse a dormir.
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