La vida ya hacía tiempo que era una prisión para ella. Un día de este otoño, miró el decorado que solía cambiar cada mañana y una seca hoja y la dureza de la roca le indicaron que había llegado el momento de partir.
Ahora, ya no hay rejas, ni otoños, ni hojas secas o rocas en el alma. Solamente hay una inmensa tranquilidad y el recuerdo de los que aguardan.
(Dedicado a Yolanda que se marchó este otoño)
Cuanto se puede decir, en pocas palabras, cuando uno sabe como expresarlo.
ResponderEliminarGracias Mariajo. Besos.
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