A esas horas de la mañana nadie nos miramos en el vagón del metro. Todos disimulamos. Hacemos que leemos o que dormitamos o que repasamos la agenda del móvil, pero, en verdad, lo que hacemos es observarnos. Nos observamos pero no nos miramos. Pasar esos minutos encerrados todas las mañanas, a la misma hora, en el mismo vagón, hace que seamos unos conocidos desconocidos. Hoy la he notado cansada. Habrá pasado mala noche. ¿Se encontrará mal? ¿Estará casada?.............
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