Para Federico de Montefeltro, Duque de Urbino, aquel torneo fue desastroso. La lanza del caballero contrario le penetró por la parte superior de la nariz rompiéndole el hueso, arrancándole su ojo derecho y produciéndole un terrible desgarro que le atravesaba media cara.
De ahora en adelante - decidió - solo dejaría que le retratasen de perfil. El mundo ya solo conocería el lado menos malo de su destrozado rostro.
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