A Paul Delvaux le encantaban los trenes y las estaciones. Los prodigó en muchos de sus cuadros.
Dicen que era un hombre solitario y esa soledad la trasmite en ellos. En esas estaciones siempre falta un beso o un adiós, un abrazo, una lágrima o un pañuelo. Solo existe la soledad de alguna mujer que no parece que espere a nadie pero tampoco parece que vaya a ninguna parte. La luna, en este caso, ilumina la escena como si fuera de día.
Como cualquiera de ellos una maravilla. Tiene algunas de mis obsesiones, la luna, la noche, los trenes....
ResponderEliminarSaludos