Casada con el pintor surrealista Max Ernst, el cual la introdujo en el mundo del surrealismo y el dadaísmo, Dorothea Tanning formó parte del numeroso grupo de pintoras que se adhirieron al movimiento y entre las que estarían Leonora Carrington, Dora Maar, Valentine Penrose, Frida Kahlo, Edith Rimmington y otras muchas.
En este cuadro, tal vez la joven sentada en la mesa delante de su plato vacío es Dorothea Tanning recordando el mundo de la niñez con sus temores y sus fantasías.
Allí están, el padre, autoritario, omnipresente y gigantesco, con la mirada oculta tras las opacas lentes que no dejan adivinar que puede estar pensando y la madre, pequeñita, servicial, dominada tal vez por la figura del hombre.
Hay en el cuadro como un toque a lo Lewis Carrol, algo de "Alicia en el Pais de las Maravillas". Todo se agranda o se empequeñece según la valoración en el recuerdo.
La centenaria Dorothea Tanning nos lo podría explicar pero, ya hace tiempo que anda metida en otro arte, el de la escritura. Cuando la entrevistan, ella dice que ya hace media centuria que jugó con el surrealismo. Ahora, prefiere que la consideren "una vieja poeta emergente".
No hay comentarios:
Publicar un comentario