Cuando en abril de 1880 Marie Berna visitó al pintor Arnold Böcklin en su estudio de Florencia, no se podía imaginar el simbolista suizo lo que aquella visita representaría para su futura obra y su prestigio como pintor.
Marie Berna-Christ era una viuda burguesa residente en Büdesheim, un municipio de la Renania-Palatinado y que acababa de formalizar sus relaciones con un conde alemán, el conde Waldemar von Oriola, y con el que iba a casarse en diciembre de ese mismo año.
Propietaria del castillo de Büdesheim que había heredado de su antiguo marido el Dr. Georg Berna, muerto hacía quince años a causa de una difteria cuando solo llevaban casados un año, había acudido al estudio de Arnold Böcklin, atraída por la fama que este pintor había ido adquiriendo en Europa a través de sus pinturas inspiradas en temas mitológicos, oníricos y fantásticos y con la idea de encargarle "un cuadro para soñar" -según sus palabras- y que le sirviese para redecorar alguna de las habitaciones de su mansión de Büdesheim donde viviría con su nuevo amor.
Una vez en el estudio, Marie reparó en una obra sobre la que estaba trabajando Böcklin y que representaba un misterioso islote que surgía en medio del agua y en el que parecían existir estancias dentro de la roca medio cubierta por unos gigantescos cipreses que crecían en el centro de la isla. Entusiasmada con el cuadro le pidió a Böcklin que le hiciera uno igual o parecido y quedó en volver dentro de unas semanas después de una gira que estaba realizando por Italia.
Böcklin aparcó el cuadro sobre el que estaba trabajando y que era un encargo de su mecenas en Frankfurt, Alexander Günther, y se puso a trabajar en uno de dimensiones algo más pequeñas pero con el mismo tema variando ligeramente los tonos y el tipo de estancias en la roca. A la vuelta de su clienta Marie Berna, esta quedó contenta con el esbozo del cuadro pero algo se debió de gestar en esa reunión pues Böcklin añadió posteriormente al cuadro una embarcación con un remero y una misteriosa figura de pie vestida de blanco ante un ataúd colocado de través en la embarcación.
¿Fue Marie la que dió la idea a Böcklin de añadir al cuadro ese traslado ceremonial de un difunto hacia aquella misteriosa isla?
Hans Holenweg, uno de los mayores estudiosos de la obra de Böcklin, en su articulo para el catálogo de la exposición que se celebró esta pasada primavera en el Palazzo Comunale de Fiesole con el nombre de "Isole del pensiero” en la que se mostraba una selección de obras de Arnold Böcklin, Giorgio de Chirico y Antonio Nunziante, indicaba que la idea de introducir en la barca una figura de pie y vestida de blanco y un ataúd atravesado en ella debió de surgir de Marie Berna como un recuerdo a su difunto marido. La figura blanca de espaldas no puede ser otra que la joven viuda en cuestión en el acto de rendir homenaje al difunto acompañándolo a su última morada, una isla con cámaras mortuorias donde reposar eternamente. Con este cuadro, Marie tendría un último recuerdo para el que fue su primer marido antes de iniciar su nueva vida con otro hombre.
Se sabe que Böcklin una vez terminado el cuadro para Marie, retomó la primera versión y le añadió la misma escena de la barca dirigiéndose hacia la isla, escena que repitió en otros tres cuadros similares a los dos primeros y que fueron pintados posteriormente y a los que denominó siempre como "La isla de los muertos" según queda testimoniado en una carta que Böcklin mandó a su mecenas Alexander Günther al terminar la primera versión desmintiendo así las teorías que atribuían a otros el título del cuadro
La tercera versión de "La isla de los muertos" es la que hoy hemos traído a este blog y en ella aparecen, como detalle curioso, las iniciales del pintor (AB) situadas sobre la entrada a una de las cámaras mortuorias, la situada en el extremo derecho del cuadro. Esta versión, la de tonos más claros de las cinco versiones pintadas por Böcklin, fue realizada a finales de 1883 ante la reiterada insistencia de Fritz Gurlitt, su marchante en Berlín, el cual la vendió al año siguiente a un particular pasando a manos de Adolf Hitler - un enamorado de la pintura de Arnold Böcklin - en 1936. La pintura permaneció en Berlín, en la antigua Cancillería del Reich, y al final de la Segunda Guerra Mundial, estuvo extraviada hasta que en 1980, Rusia la ofreció a la Alte Nationalgalerie en Berlín que la adquirió y donde se puede contemplar.
La cuarta versión, pintada sobre una lámina de zinc, era propiedad del barón Heinrich Thyssen-Bornemisza y fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, durante un bombardeo alemán sobre la ciudad de Rotterdam al estallar una bomba en la residencia del barón. Se tiene referencia de ella gracias a unas fotos en blanco y negro. La quinta y última versión fue pintada en 1886 para el Museum der Künste de Leipzig.
Podríamos escribir mucho sobre estos misteriosos cuadros y su misteriosa isla pero necesitaríamos muchas páginas y mucho tiempo. Son miles los artículos que se han escrito sobre estas pinturas y mucha la influencia que ha ejercido el tema sobre pintores, escritores, compositores y cineastas. La isla de los muertos inspiró a Emil Nolde, Giorgio de Chirico, Max Ernst, Salvador Dalí, Ernst Fuchs, Fabrizio Clerici, Mauro Falzoni, Antonio Nunziante, August Strindberg, Sergei Rachmaninov, Max Reger y un largo etcétera de personajes ilustres desde 1880 hasta nuestros días.
Puedes ver algo más de la obra de Arnold Böcklin en este vídeo.