El belga Paul Delvaux (1897, 1994) decía que: "On ne devrait jamais oublier qu’une peinture es une peinture, c’est á dire une autre réalité" cuando rechazaba ser encasillado como un pintor surrealista.
Si el surrealismo tal como lo definió Bretón en su primer manifiesto surrealista, era la translación de las imagenes oníricas al mundo del arte a causa de un dictado del pensamiento y sin la intromisión censora de la conciencia, al conocer la vida de Delvaux y revisar su obra, uno descubre que realmente, en esta, sin obviar la profunda influencia que sobre él ejercieron pintores como Salvador Dalí, Max Ernst, René Magritte y en especial Giorgio de Chirico, existe una gran traslación de imágenes no solo procedentes de sus sueños sino también de los recuerdos de su infancia y adolescencia que Delvaux coloca en sus cuadros, recuerdos perdidos en esas misteriosas estaciones o entre edificaciones de la antigua Grecia y mezclados con sus locomotoras y sus esqueletos y siempre entre sus hieráticas y desnudas adolescentes en un complejo y enigmático puzle que el espectador intentará resolver sin éxito.
Con relación a esos recuerdos de la niñez de Delvaux, cuentan sus biógrafos que este queda profundamente impresionado cuando con nueve años, lee el libro de Julio Verne "Veinte mil leguas de viaje submarino" que le había dejado el que era secretario de su padre y que pocos meses después leerá con avidez "Viaje al centro de la tierra" libro que con motivo de su primera comunión, le regalaría su tía Adela y que le convertiría ya en un ferviente lector de Verne.
Aquellos libros, los grabados que ilustraban los mismos y muchos de sus personajes quedarán para siempre en el recuerdo de Paul Delvaux que, a partir de 1939, comenzará a colocar a dichos personajes en muchos de sus lienzos, acción que repetirá ya de forma intermitente hasta 1971, fecha en que pinta su "Homenaje a Julio Verne", cuadro que hoy visitamos.
En este cuadro podemos observar como dentro de una de las grandes estaciones o tinglados portuarios característicos en la obra de Delvaux, aparecen dos personajes clásicos de las novelas de Verne, el geólogo Otto Lidenbrock y el astrónomo Palmyrin Rosette. Otto Lidenbrock es el hombre que con las gafas sobre la frente escruta con una especie de lupa alguna pieza o algún tipo de material mientras Palmyrin Rosette, el individuo situado más al fondo, parece observar a la adolescente del sombrero naranja.
Otto Lidenbrock es el profesor que en la novela de Verne, "Viaje al centro de la Tierra" emprenderá la aventura de intentar llegar a las entrañas de la tierra después de un largo periplo que comenzará con la entrada por el volcán Sneffels, un volcán apagado de Islandia. Delvaux colocará al personaje Otto Lidenbrock en muchos de sus cuadros y siempre con la misma imagen y copia fiel del grabado que aparecía en la primera edición de la novela publicada en 1867 e ilustrada por Edouard Riou. Así, veremos siempre al mismo Otto Lidenbrock, en la serie de lienzos titulada "Las fases de la luna" o en "El Congreso". También aparece en algunos cuadros sin el aspecto del antiguo grabado como es el caso de "Le Sabbat" donde le representa elegantemente vestido contemplándose en un gran espejo o en "El homenaje a Fellini", uno de los últimos cuadros de Delvaux.
El astrónomo Palmyrin Rosette es el personaje extraído de la novela "Héctor Servadac. Viajes y aventuras a través del mundo solar " en el que Palmyrin, junto con otros personajes, viaja a través del sistema solar a lomos de un gigantesco cometa. También la imagen de Palmyrin, está extraida de los grabados realizados para la primera edición de la novela de Verne en 1877 por el dibujante Paul Philippoteaux. A Rosette le encontraremos también, siempre con su pajarita y su largo abrigo, en numerosos cuadros entre ellos, "Los astrónomos", "Las señoritas de Tongres" y "Dulce noche" o, como en el cuadro que hoy vemos, coincidiendo con Otto Lidenbrock.
En este "Homenaje a Julio Verne" se dice que el joven desnudo que mira tímidamente al suelo corresponde a Paul Delvaux que se representa aquí como en un recuerdo testimonial de su encuentro con la sexualidad y el abandono de la niñez. La adolescente desnuda es una de las "belles de nuit" como el llamaba a esas mujeres de mirada perdida que pueblan sus cuadros y que él decía que los iluminaban con su sensualidad. Al fondo, en el horizonte, se divisa un barco que también nos trae a la cabeza pasajes marinos de las novelas de Verne.
Un cuadro misterioso como todos los de este prolífico pintor y que se conserva en la Fondation Paul Delvaux, Saint-Idesbald (Belgique). El año pasado, este cuadro se pudo contemplar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid con motivo de la exposición que este museo organizó en memoria del escritor, pianista y viajero incansable, el elegante y algo canalla Raymond Roussel que, además de todo eso, fue un multimillonario enamorado de los mundos de Pierre Loti y de Julio Verne y a cuyos personajes intentó imitar en sus extensos y complejos viajes hasta que su fortuna y sus ganas de vivir se terminaron.
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