miércoles, 22 de febrero de 2012

The Last of England - Ford Madox Brown



A principios de la década de 1850 se inició un movimiento migratorio provocado por la llamada "fiebre del oro" a raíz del descubrimiento y explotación de unas minas de oro en Australia y que atraería a este continente a un elevado número de inmigrantes procedentes de Gran Bretaña e Irlanda huyendo de la escasez y la falta de trabajo en sus paises. Entre ellos iban trabajadores manuales y agrícolas pero también artistas como fue el caso de Thomas Woolner, escultor inglés y uno de los fundadores en 1848 de la "Hermandad Prerrafaelita" el cual, había decidido emigrar a Australia atraído también por la prosperidad económica que nacía en ese continente, embarcándose hacia el mismo en 1852.

Se cuenta que el pintor Ford Madox Brown, (Calais 1821- Londres 1893), muy relacionado con la "Hermandad Prerrafaelita" aunque nunca llegase a pertenecer a ella, quedó impresionado con la marcha de su amigo Woolner pues, el propio Madox, llevaba algún tiempo dándole vueltas a la idea de emigrar a la India juntándose a esos miles de emigrantes ingleses que estaban abandonando Inglaterra en busca de nuevos paraisos. Ford Madox se imaginó a si mismo, embarcado, acompañado de su mujer y sus dos hijos y saliendo de su tierra natal como el último inglés que la abandonaba, el último de Inglaterra. De esa idea nació el cuadro que hoy visitamos "The last of England".

En este cuadro, Ford Madox se autorretratará a sí mismo acompañado de su mujer y modelo habitual en muchos de sus cuadros, Emma Hill, representando la escena en la que una pareja de emigrantes abandona las costas inglesas a bordo de un barco repleto de pasajeros, entre ellos sus hijos.

La escena, vista como si el espectador la observase con un catalejo, gira entre lo dramático y lo satírico o esperpéntico. El drama del viaje aparece reflejado en las caras de circunstancias de ambos sentados en la cubierta del barco, tal vez en la popa, mientras la fuerza del viento agita con fuerza el pañuelo o cinta rosa de Emma y levanta el ala del sombrero de Ford - amarrado este con una cuerdecita al boton del abrigo - encrespando amenazadoramente el verdoso mar. A su alrededor, cuelgan de las barandillas coles o lechugas -tal vez para mantenerlas más frescas durante el viaje - añadiendo la nota cómica o grotesca al cuadro, aunque, algunos, hayan querido ver una indicación del pintor de que el viaje será largo. También añaden una nota esperpéntica a la escena los dos individuos que se divisan al fondo, uno de ellos desdentado y con chistera, riendo y haciendo unos gestos tal vez de odio a la tierra que abandonan y que contrastan con la pose hierática y ceremoniosa de la pareja.

La niña rubia que come una manzana a la espalda de Ford es su hija Katty, fruto de su primer matrimonio con Isabel Bromley fallecida unos años antes con solo 27 años. La manita que aparece asomando por el chal o capa de Emma y que ella agarra con su mano corresponde a Oliver, el otro hijo de Madox y que solo tenía unos meses cuando este pintó el cuadro. Este detalle aporta una nota de ternura y nos indica la preocupación que en el fondo trasmite Madox en su cuadro a embarcar en ese viaje a toda su familia. Su hijo Oliver moriría muy joven, con solo diecinueve años, cuando ya empezaba a prometer como artista y poeta.

El cuadro es minucioso y resulta francamente entretenido revisarlo con calma y descubrir los acantilados blancos de Dover que aparecen al fondo y el vapor con su larga estela de humo y esa larga pipa de arcilla de alguien que está fumando y también, al individuo pelirrojo que coloca las verduras en ese bote salvavidas blanco en cuyo casco figura el irónico nombre del barco, "El Dorado".

Ford Madox contaba que pintó este cuadro casi totalmente al aire libre - anticipándose por tanto algo a los impresionistas - para intentar reflejar la sensación de frío en las manos y la cara así como la luz proyectada sobre el mar en los días lluviosos. Iniciado en 1852 lo terminó en 1855 cuando - ironías del destino - su amigo Thomas Woolner había regresado a Inglaterra una vez que el paraíso australiano comenzaba a desaparecer.

El director británico Derek Jarman le robaría a Madox en 1987 el título del cuadro para su poética película "The Last of England" (1987) basada en la pérdida de la tradicional cultura inglesa, indicando que unos de sus antepasados también habían realizado un viaje similar.

Este cuadro se conserva en el Museum and Art Gallery de Birmingham y una copia del mismo en el Fitzwilliam Museum de Cambridge. Una réplica en acuarela realizada en 1864 se conserva en la Tate Britain. Del 25 de febrero al 3 de junio de este año se puede visitar en el Museum of Fine Arts de Gante con motivo de la exposición: "Ford Madox Brown - Pionero de los Prerrafaelitas".

Pulsando aquí puedes ver un agradable video con una muestra de la obra de Ford Madox Brown.

lunes, 6 de febrero de 2012

La Gioconda del Prado - Anónimo



El mundo del arte anda revolucionado desde hace unas semanas después de un artículo aparecido en el "The Art Newspaper", periódico británico mensual dedicado al mundo del arte y en él que se afirmaba que "La Gioconda" de Leonardo da Vinci tenía una hermana gemela en el Museo del Prado.

Todo comenzó cuando Martín Bailey, colaborador habitual de dicho periódico, se coló físicamente en un congreso londinense de expertos en la pintura del Renacimiento que se celebraba simultáneamente con la exposición de la National Gallery denominada "Leonardo da Vinci: Painter at the Court of Milan" exposición que se clausuró ayer día 5 de febrero. En este congreso, la especialista y conservadora del Museo del Prado, Ana González Mozo, presentó una ponencia en la que se relataban los trabajos de limpieza a los que se había sometido el cuadro existente en el Museo del Prado conocido como "La Gioconda de Madrid" o "La Gioconda del Prado" y la evidencia, después de realizados esos trabajos de limpieza de que, ese cuadro, había salido del estudio de Leonardo da Vinci y era obra de alguno de sus discípulos que lo habrían pintado a la vez que su maestro ejecutaba su célebre "Mona Lisa".

Esta noticia, que el equipo directivo del Museo del Prado pensaba comunicar próximamente, fue pisada hábilmente por Martín Bailey - quién desdeña este botín - y a partir de ese momento, todas las conjeturas y posibles historias sobre la ejecución del cuadro están servidas.

Se ha hablado de una hermana de "La Gioconda" pero, más bien tendríamos que hablar de su hermanastra. Ambas serían hijas de la misma madre, La Pintura, pero engendradas por distinto padre, Leonardo da Vinci el de una y desconocido el de la otra.

Los sabios no han tardado en hacerse oír y las apuestas están en el aire.

Así, mientras los conservadores jefes de el Museo del Prado, Matías Díaz Padrón y Miguel Falomir, así como el conservador jefe en el Centre de Recherche et de Restauration des Musées de France, Bruno Mottin, estiman que el cuadro debió salir de las manos de algunos de sus dos discipulos florentinos, Andrea Salazi o Francesco MelziAlessandro Vezzosi, director del Museo Ideale Leonardo Da Vinci y el profesor Pietro Marani, considerado uno de los mayores expertos en la obra de Leonardo, sostienen que el cuadro fue pintado por uno de sus dos discipulos españoles, bien Fernando de Llanos o bien Fernando Yáñez de la Almedina descartando ellos a los dos florentinos por cuestión de fechas, edad y estilo.

Ya en catálogos antiguos del Museo del Prado y antes de que se eliminase el fondo negro que tapaba ese paisaje que se dice corresponde a La Toscana italiana, "La Gioconda del Prado" se atribuía a Hans Holbein "El joven" o a Fernando Yañez de la Almedina.

La verdad es que, cuando uno contempla el rostro de "Santa Catalina", obra de este último pintor, conservada en el Museo del Prado y que llegó a ser atribuida a Leonardo da Vinci o repara en el de las mujeres, casi clónicas, que pintó en varios de los doce grandes cuadros que adornan las puertas del retablo de la catedral de Valencia, le parece estar viendo el de la misma mujer, el de la que se ha denominado "La Gioconda" y que según afirman los sabios, correspondería a una tal Lisa Gherardini (Mona Lisa), la mujer de un comerciante llamado Francesco del Giocondo.

Dicen que durante este mes de febrero, el Museo del Prado nos la presentará en sociedad. Ella, que durante 500 años ha permanecido en el anonimato, se ha convertido en famosa de la noche a la mañana y dentro de unos días viajará a París, al Louvre, para pasar unos días con su hermanastra en la exposición "L'ultime chef-d'œuvre de Léonard de Vinci, la Sainte Anne" (29 marzo-25 junio). Allí, los afortunados podrán ver a las dos juntas por el precio de una. De una entrada.

También dicen que esta "Gioconda" no es una obra maestra, ni se puede comparar con la del genio florentino pero, a mí me gusta. Es como ver a Lisa Gherardini rejuvenecida, con diez años menos, sin esa ictericia provocada por los oxidados barnices y con sus cejas todavía algo pobladas. No sé. La encuentro más guapa, más arreglada, mejor peinada y además - eso es lo mejor - sigue dibujándose en sus labios esa sonrisa enigmática que siempre nos hechizó.

Bienvenida de nuevo.