Hablar de la pintora rusa Zinaida
Serebryakova es hablar de una pintora casi desconocida en los circuitos
museísticos occidentales aunque, curiosamente, son muchos los que han visto más
de una vez alguna reproducción de su famoso "Autorretrato" (ver), el
cuadro que le dio fama, allá por 1909, y en el que ella aparece peinándose
delante del espejo y ante un tocador repleto de objetos y productos de belleza
femenina.
Cuando Zinaida pintó ese cuadro corrían tiempos felices para ella y para los que la rodeaban. Nacida en una familia acomodada y con un importante historial artístico por parte materna, los Benois, así como por parte paterna, los Lansere, decidió seguir los pasos de todos ellos iniciando sus estudios de pintura en San Petersburgo, ciudad que le brindaría la oportunidad de poder pasar muchas horas en el Hermitage contemplando las obras de los grandes maestros allí expuestas. Su formación se completaría después con sus viajes a Francia e Italia y su paseo por los grandes museos de estos países de los que se traería una marcada influencia de pintores como Rubens, Tintoretto o Jordaens.
Casada en 1905 con su primo hermano, Boris Serebriakov, abandonaría su apellido Lancer adoptando el de Serebryakova con el que firmaría en adelante toda su obra, obra que ella empezaría a exponer ya con éxito a partir de 1906.
Esos años felices de Zinaida Serebryakova
se truncarían con el estallido de la Revolución Rusa en octubre de 1917, el movimiento que significaría el fin del zarismo y la instauración de un gobierno bolchevique. Este clima
de guerra traería como consecuencia la incautación de todos los bienes de la
familia y el envío de su marido a una de las cárceles bolcheviques donde
moriría dos años después a causa de un tifus contraído durante su
encarcelamiento.
Cuando su marido muere, Zinaida se
encuentra sin recursos económicos y con cuatro hijos pequeños, dos chicas y dos
chicos, a los que alimentar además de una madre enferma. Es en esos trágicos
momentos cuando Zinaida retrata a sus hijos en este cuadro tan entrañable que
hoy traemos al blog y que ella tituló "Castillo de naipes" tal vez
porque para ella, en esos momentos, la vida era como un inestable castillo de
naipes que los malos vientos hacían tremendamente frágil e inestable.
En el cuadro, pintado en 1919, aparecen sus cuatro hijos, montando uno de esos castillos de naipes como el que todos los niños del mundo hemos intentado construir alguna vez. La expresión de los críos es seria y tristona y sobre todo ausente. Ellos están jugando a construir ese castillo pero su mente está en otro sitio, tal vez recordando los días felices en que su padre les ayudaba a montar otros castillos de cartas que, siempre, alguno de ellos terminaba desplomando entre las risas y las burlas de los demás.
Los dos niños que aparecen en primer plano son Eugene y Tatiana, sus dos hijos mayores y detrás aparecen Alexander y Catalina, la más pequeña de todos. Los años que siguieron provocaron que la familia se disgregase y tardase años en volver a reunirse, ya que, Zinaida decidió marchar a Paris en 1924 con el fin de encontrar un nuevo mercado para su arte y así poder mejorar el estatus económico de la familia y llevárselos a todos junto a ella cuando las cosas mejorasen.
Una vez en París, Zinaida se estableció en un pequeño estudio en Montmartre y comenzó su gran producción parisina que se prolongaría hasta el final de sus días. Cuando ella intentó traer a sus hijos a París se encontró con la oposición de las autoridades rusas que se lo impidieron. Volver a Rusia también tenía sus riesgos pues hasta un hermano suyo estaba encarcelado, por lo cual, Zinaida tuvo que resignarse a vivir sola hasta 1926 en que consiguió que le dejasen venir a su hijo Alexander y dos años más tarde pudo traerse a la pequeña Catalina que por aquellas fechas ya tenía 13 años. A sus hijos mayores no los volvió a ver hasta después de muchos años. De hecho, a su hija Tatiana se le permitió que la visitase en 1960, después de toda una vida de estar separados.
Tatiana fue una gran bailarina, Alexander se dedicó a la arquitectura y Eugene trabajó junto a su madre en París como acuarelista ayudando a mantener a la familia. La pequeña Catalina fue la compañera y cuidadora de su madre y de su hermano en París. Ella, a la muerte de Zinaida en 1967, se convirtió en la depositaria del legado pictórico de su madre hasta su muerte en 2014, a la edad de 102 años, en aquel mismo apartamento de Montmartre en el que había vivido durante casi 90 años. Zinaida la retrató decenas de veces y muchos de los más famosos y bellos desnudos que hay en la obra de la Serebryakova fueron inspirados por el joven cuerpo de su hija Catalina en su paso de la adolescencia a mujer.
La obra de Zinaida Serebryakova es toda ella de una gran belleza. Su reconocimiento tardío en Rusia y la dispersión de su obra parisina en manos de coleccionistas privados han impedido, hasta la fecha, la elaboración de un catalogo razonado de esta gran pintora.
"Castillo de naipes" se conserva en el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo. Si quieres ver un agradable vídeo sobre algo más de la obra de esta gran pintora pulsa aquí.
La imagen de una guerra o una revolución no es siempre el niño descalzo junto a los restos de un bombardeo. También la tristeza del desgarro producido al desgajarse las familias es un símbolo reconocible. Una página atractiva. Felicidades.
ResponderEliminarBienvenida a este blog y muchas gracias por tu amable comentario. Un saludo
EliminarNo conocía a esta pintora, el cuadro que has colgado llama la atención, no solo por los gestos de los niños, también por varios de los elementos que aparecen: los naipes, el muñeco, el libro y el jarrón con las flores azules. El conjunto es una especie de "vanitas" que sugiere un mensaje oculto.
ResponderEliminarEstoy seguro , como tu dices, que existe una "vanitas" en ese conjunto de objetos pero, ese es el secreto del pintor que nos toca adivinar o inventar a cada uno. Un abrazo.
EliminarMe encanta este cuadro, las caras de los niños, sus miradas, su puesta en escena. No lo conocía pero me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarLa obra de esta pintora parece sobrevolar por encima de su historia vital, triste y dura, al utilizar esos colores vivos y alegres, fuera de toda mácula de negativismo. Parece mentira, viendo a esos chicos abstraídos en su actividad lúdica, que la familia estuviese pasando esos momentos tan desdichados. Sí, quizás esas caras infantiles serias y reconcentradas nos quieran decir algo más que concentración en un entretenido juego inocente.
ResponderEliminarUn saludo
No conocía a esta pintora, Zinaida Serebryakova, cuyo nombre me obligo a escribir para no olvidarlo, y que ha sido todo un descubrimiento. Su autorretrato, el de una mujer coqueta, antes de ubicarla a ella cronológicamente, me ha parecido tan actual, que pensé en una autora más moderna aún.
ResponderEliminarUn saludo.